La peregrinación a Santiago del húngaro J. T., de 82 años, finalizó la semana pasada al borde el embalse de Salime, sin posibilidad de cruzar las aguas ni dar marcha atrás. El magiar llegó justo al pueblo abandonado de Salime. Primero buscó refugio en unos tendejones. Más tarde, optó por entrar en una casa cuyos dueños solo utilizan en vacaciones, rompiendo el cristal de una ventana. Allí estuvo cuatro días, alimentándose de las naranjas que daban unos árboles cercanos. El sábado, varios guardias y el barquero del embalse, Manuel Robledo, acudieron en su rescate. La experiencia no ha debido gustarle mucho, porque decidió regresar a casa.

La situación de este hombre -por otro lado en buena forma para su edad, según Manuel Robledo- fue comunicada por su propia hija en Hungría. La mujer aseguró que había recibido una llamada de su padre el martes de la semana pasada, día 9, en la que le decía que se había perdido y que estaba junto a una casa deshabitada al lado de un embalse y unos naranjos. La embajada de Hungría se puso en contacto con la Guardia Civil, que intentó dar con el paradero del anciano. El viernes hicieron varias gestiones en albergues y con peregrinos para comprobar el último lugar de paso y alojamiento del anciano, y trazaron las posibles rutas que pudo haber seguido.

Hallaron una pista en Berducedo, y ya el sábado, sobre las siete de la mañana, un grupo de agentes recabó el apoyo del barquero del embalse de Grandas para trasladarse desde el embarcadero de Villarpedre hasta Salime. Efectivamente, allí, en una casa situada por encima de las ruinas de este pueblo hundido bajo las aguas, encontraron al peregrino, que apenas chapurreaba unas palabras en español, según aseguró Robledo. Tenía al parecer cortes en las manos y las piernas, producidas por los zarzales que había atravesado. De vuelta a la civilización, en la embarcación de Robledo, no dejaba de dar las gracias. Lo llevaron al centro de salud de Pola de Allande, donde los médicos comprobaron que estaba en buen estado. Pudo contactar de nuevo con sus familiares, que le convencieron para que dejara la peregrinación y volviese a casa. Conocedores del Camino de Santiago por el interior indicaron que los últimos fuegos han dañado los indicadores de la ruta, motivo por el que el hombre pudo perderse.