Solo reina el silencio. En el tanatorio de Candás, donde se ha instalado el velotario del joven candasín Daniel Rodríguez Prieto, de 22 años, que falleció el miércoles en la cala de los Curas, en Perlora, únicamente se escuchan sollozos y lloros. Nada habla. La consternación es patente en el ambiente. En su entorno continúan sin dar crédito a tan prematura muerte.

El joven falleció tras deplomarse mientras jugaba a las palas con los amigos en el arenal. El agua le llegaba por los tobillos. Otros colegas le esperaban en el área recreativa cuando a la ya fatídica hora, a las cuatro y media de la tarde, Daniel cayó al suelo. Le dio tiempo a volver a levantarse y advertir a sus amigos de que se encontraba mal. Segundo aviso: se desplomó una vez más y, al caer, se golpeó con una roca del pedrero. Una caída fatal pues aunque los socorristas hicieron lo imposible por reanimarle, solo pudieron certificar su muerte.

Apenas cumplidas 24 horas del fallecimiento de este joven estudiante de Ingeniería Eléctrica, amante del deporte, en su entorno continúan sin dar crédito al fatal desenlace de la jornada de ocio entre amigos. La capilla ardiente permanece instalada en el tanatorio de Candás desde donde será trasladado el cuerpo del joven, mañana, a las cuatro y media de la tarde, al tanatorio de Avilés donde será incinerado.

El joven tenía toda la vida por delante y era un brillante estudiante de Ingeniería Electrónica en Gijón. Tenía previsto realizar un máster en Barcelona, que ya no podrá ser. Se cuidaba, amaba el deporte y sobre todo el fútbol. Es más, jugó en el Victoria Club de Fútbol de Perlora hasta que tuvo claro que su futuro era ser ingeniero. Pero nunca dejó de estar vinculado con el club carreñense. Pese a que ya no practicaba deporte de competición, sí se mantenía en forma y ayudaba a su club de infancia y adolescencia. Sus allegados hablan de Daniel como un joven de vida sana y equilibrada. Sin excesos. "Era un tipo excelente, de sobresaliente", se oyó comentar entre sollozos. No era para menos.