Los curiosos se paran en el área recreativa de la autopista AP-66, ya muy cerca de la frontera con Asturias, para contemplar un paisaje, no inédito pero sí muy infrecuente, y fotografíar el embalse de Barrios de Luna que está al diez por ciento de su capacidad.

Un embalse casi seco que deja ver los restos de las construcciones que en su día se tragó el agua, las delimitaciones de piedra de las fincas y algún tronco carcomido. Tierras de color ocre y una modesta porción de agua en cuya superficie se pueden ver estos días pequeñas embarcaciones de recreo. Desde carreteras secundarias se puede llegar en coche o a pie de embalse en algunos puntos. De hecho las jornadas vacacionales están propiciando que los turistas vivan la aventura de circular por terrenos casi siempre bajo las aguas de uno de los mayores pantanos del norte de España.

El de Barrios de Luna tiene una capacidad de 308 hectómetros cúbicos y esta semana el agua embalsada se cuantifica en 32 hectómetros cúbicos (el 10,4%). Ha perdido un trece por ciento en relación con la pasada semana. Lo de Barrios de Luna llama la atención por su nivel mínimo de agua. Otros embalses de la provincia acusan la sequía pero no tanto. El de Riaño -el mayor- está al 23% de su capacidad, más o menos lo mismo que el del Porma. El embalse de Bárcena (en el curso del río Sil, en la comarca de El Bierzo), también de parecidas características al de Barrios de Luna, está con el 58% de agua. Mucho para finales de agosto.

Los embalses españoles están al 44% de su capacidad global, quince puntos menos que el pasado año en esta misma semana, y también quince puntos por debajo de la media nacional en los últimos diez años.

Barrios de Luna acaba de cumplir sesenta años. Fue inaugurado en 1956 y tiene una superficie de 1.130 hectáreas. Pieza fundamental para servir al regadío de unas cincuenta mil hectáreas, que este año reclaman el agua que no cae con la suficiente intensidad y persistencia.

Con agua abundante, Barrios de Luna es un espectáculo. Con poca agua como ahora, lo mismo. En las paredes más verticales del pantano, entre el nivel máximo de las aguas y el nivel actual hay franjas que rondan los veinte metros.

Mientras tanto, Barrios de Luna sirve para que los viajeros se sorprendan y tiren de cámara fotográfica, para que los más audaces se adentren en la sorprendente sequedad de su territorio y para reflexionar sobre la importancia de las precipitaciones, aunque a veces chafen planes excursionistas o impidan que nos bebamos la cerveza en la terraza de la esquina.