"No dio tiempo a nada. De repente, todo se vino abajo", aseguró ayer una de las maestras del colegio Enrique Rébsamen, situado al sur de Ciudad de México, cuyo derrumbe se ha convertido en el emblema de este terrible terremoto. Un total de 37 personas fallecieron al colapsar el centro. De ellas, 32 son niños. Afortunadamente, un total de 315 estudiantes salieron del amasijo de cascotes en que se convirtió el centro docente. Llegó a hablarse de treinta desaparecidos.

Un vídeo recoge los momentos posteriores al derrumbe. "¡Aquí hay niños, ayuden!", gritaba uno de los rescatadores. Las imágenes muestran a los voluntarios sacando a los niños, llorando desconsolados, por los huecos dejados por la estructura colapsada. "Una chica que se llama Frida habló por Whatsapp con su madre anoche y le dijo donde estaba, para que la pudieran ubicar", aseguró la voluntaria María Elena Villaseñor.

En el exterior, los padres, desesperados, suplicaban noticias sobre sus pequeños. Las escenas durante la identificación de los cadáveres fueron terribles. Unos padres encontraban a sus hijos fallecidos, otros respiraban aliviados al ver que sus vástagos no estaban entre ellos. Una de las niñas salvadas, Fátima, lloraba mientras pedía a sus padres que volviesen sus hermanos.