El juicio por la muerte de Ana Suárez Fernández, la niña ibiense de 19 meses que falleció el 14 de marzo de 2013 después de atragantarse con un grano de maíz sin que los médicos fuesen capaces de descubrirlo y extraerlo, está siendo un torrente de emociones encontradas. De un lado, unos padres que justamente claman justicia por la muerte de su hija, que atribuyen a una negligencia médica, algo en lo que les da la razón la Fiscalía. Del otro, una médicao con doce años de experiencia, que defiende con uñas y dientes su profesionalidad y asegura que hizo todo lo que marcaba el protocolo.

Ayer, después de un año de parón, el juicio se reanudó en el Juzgado de lo penal número 1 de Oviedo, y el magistrado José María Serrano tuvo que hacer ímprobos esfuerzos por mantener las emociones a raya, aunque en determinados momentos las insistentes preguntas a los padres de la pequeña fallecida fueron una auténtica tortura. "Yo no soy médico. ¿Qué me está diciendo? ¿Que tenía que haberle salvado la vida a mi hija?", llegó a preguntar el padre de la niña, Óscar Suárez, después de que el abogado de la administración insistiese en diseccionar al milímetro las maniobras que habían realizado los padres cuando se dieron cuenta de que la pequeña se había atragantado con un grano de maíz.

Como si fuera poco revivir lo que ocurrió, dijo antes la madre, Cecilia Fernández, que no pudo ser más explícita al describir su estado de ánimo, tras perder a su hija de una forma tan injusta. "Te vuelves triste, arisca, paranoica, me entra pánico cada vez que los dos hijos que me quedan se ponen malos. Estoy hecha una mierda. En las grandes fechas, las Navidades, Reyes, estamos incompletos, me falta algo, me falta ella", dijo entre sollozos. "Es muy difícil revivir esto. Ellos (por los abogados de las defensas) están ahí tan tranquilos, riéndose, no han perdido nada. Yo sí. Quiero a mi hija", clamó en otro momento, al entender que se le estaba faltando al respeto. Tras declarar, el padre tuvo que marcharse.

La clave de este juicio es saber si los síntomas que presentaba la menor eran de suficiente entidad como para aconsejar la práctica de una broncoscopia, un técnica "invasiva", con una mortalidad del dos por ciento, según indicó Estíbaliz Valdés, la médica de Urgencias del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) que se sienta en el banquillo, y que se enfrenta a penas de entre año y medio -la petición de la Fiscalía- y cuatro años de prisión, la de la acusación particular. Valdés fue clara. "Todo lo que hice fue adecuado, conforme a los protocolos. Extremé las precauciones. La sospecha de que hubiese aspirado un cuerpo extraño pasó de baja a muy baja. Tras tenerla en observación varias horas, la hipoventilación disminuyó. En una escala de cero a diez, tenía un nivel de dos o tres. La broncoscopia es una prueba muy invasiva. Hay que valorar el beneficio frente al riesgo y cuando la sospecha es baja, aumenta el riesgo frente al beneficio", explicó.

Valdés aseguró que exploró a la niña hasta cuatro veces. De la tríada clásica de los cuerpos extraños aspirados, tos, sibilaciones y disminución de la ventilación, solo observó ésta última de forma leve. Pensó que podía estar provocada por las maniobras de provocar el vómito que practicaron los padres a la pequeña al descubrir que podía haberse atragantado con una palomita. "La niña mejoró con la administración de broncodilatadores; si hubiese un cuerpo extraño, no hubiese mejorado, hubiese empeorado. Podría ser cualquier otra etiología, un cuadro infeccioso o un resto de catarro", añadió. Las placas, prosiguió, no presentaban los indicios de estos casos, como la desviación del corazón del lado contrario del cuerpo extraño -suele albergarse en el pulmón derecho, aunque en el caso de la pequeña Ana quedó alojado en la tráquea- o la presencia de aire acumulado. No había fiebre, la saturación de oxígeno eran normal. Además, dijo, consultó con un pediatra antes de decidir dar el alta a la pequeña. Lo ocurrido con Ana, la colocación del grano en la traquea, "es un caso atípico, muy excepcional, no lo he visto en doce años de carrera", dijo.

Los padres aseguraron que el pediatra del Hospital de Cangas del Narcea -centro al que llevaron a la niña el día del atragantamiento, tras pasar por el consultorio de Tormaleo- les indicó que la niña necesitaba una broncoscopia. Antonio Sánchez Andrés -causalmente casado con la acusada- lo negó ayer en el juicio, para desmayo de los progenitores. Sánchez asegura que les ofreció dejarla en observación y que ellos prefirieron llevarla a Oviedo porque les resultaba más fácil al vivir allí una abuela. La madre aseguró que, durante la estancia de la niña en el HUCA, no estuvo bajo vigilancia. "Les dije que se había atragantado, pero no nos creyeron", clamó la madre. El juicio sigue el viernes que viene.