"El Chicle". Rara es la persona que no haya nombrado este mote en los últimos días en España. Ha aparecido en todas las portadas de periódicos y de telediarios, en las cabeceras de los boletines de las radio y, a buen seguro, ha sido tecleado numerosas veces en el buscador de Google. Todo el mundo menta a "El Chicle", pero ¿de dónde procede este apodo de José Enrique Abuín Gey, el detenido por el "caso Diana Quer"?

Mucho se ha hablado de la vida y entorno del autor confeso de la muerte de la joven que desapareció en A Pobla do Caramiñal (A Coruña), un viejo conocido de las autoridades, al que llamaban por el alias de "El Chicle".

El origen de su nombre ha dado lugar a todo tipo de debates y suposiciones en las redes y foros de internet: que si procede del hecho de que su abultados incisivos parecen dos chicles o si es porque es "un hombre pegajoso". Pero todo ello son meras conjeturas o chascarrillos.

Lo cierto es que hay dos teorías con cierta fundamentación al respecto. Por un lado, que el mote provenga de sus supuestos problemas de dicción en el habla cuando era pequeño. Algo así como que pronunciaba "como si tuviera permanentemente un chicle en la boca".

La otra teoría principal proviene del pasado como mecánico de "El Chicle". Según la misma, en algún momento el apodo de José Enrique Abuín debió perder la tilde, porque en realidad le llamaban "Chiclé", en referencia al dispositivo que regula el paso del combustible al carburador en algunos motores de explosión. De ello se ha hecho eco, por ejemplo, el diario gallego "El Progreso", que recogió el testimonio de una vecina de Rianxo, lugar donde vivía el ahora encarcelado. "El Chicle lo llaman ahora, pero en realidad él era conocido como Chiclé porque fue mecánico", aseguró la misma.

El apodo menos afortunado -porque quedará indeleblemente asociado a uno de los crímenes más mediáticos de los últimos años en España- podría tener así un origen de lo más peregrino. A tenor de su perfil, el "origen mecánico" de su mote y que éste se deformase parece probable. De hecho, el presunto asesino de Diana Quer es un loco de los coches, y como indicó hace unos días el coronel jefe de la Guardia Civil de La Coruña, Francisco Javier Jambrina, un auténtico manitas que trucaba los vehículos para que corriesen más, quizá con la esperanza de poder escapar así mejor de las fuerzas de seguridad. Los vecinos le describen recorriendo los caminos de la zona de Rianxo a 150 por hora, lo que les ponía de los nervios ante el riesgo de que se llevase a alguno por delante.

Otros apodos

A Abuín Gey también le llaman “Chiqui” o “Chiquilín”, no por su altura, puesto que mide 1,80 metros, sino quizá por ser un poco corto, al menos en apariencia. “De tan tonto se hizo listo”, decía algún miembro de la Guardia Civil estos días atrás. Es el típico voceras, engreído y jactancioso, peligroso cuando empinaba el codo. Pero guardaba más de un secreto, por lo que se está viendo.

Se dedicó una temporada al “trapicheo” al servicio de algunos miembros de su familia, que integran el clan de Os Fanchos, ahora de capa caída tras recibir alguno serios golpes. A él le pillaron con dos kilos de cocaína y pasó unos meses de la cárcel. Estaba pendiente del recurso que había presentado a la sentencia que le condenaba a dos años de prisión. Entre tanto, se dedicaba a robar gasoil y mariscar de forma ilegal, vendiendo lo que había afanado entre sus vecinos, que se apiadaban de él y también se aprovechaban de los precios tirados que ofrecía.

Muy tonto no debía ser. Lo primero que le pidió a la joven que intento raptar el pasado 26 de diciembre, y que precipitó su detención cuatro días después, fue el teléfono. No iba a cometer el mismo error que con Diana Quer, moverse con el móvil de su víctima, lo que le había colocado entre los sospechosos, aparte de su pérdida de nervios al dirigirse a un guardia que le había detenido tiempo atrás para preguntarle si le estaban investigando. No existe el crimen perfecto. Es una lección que puede costarle a “El Chicle” la prisión permanente.