"He vuelto a nacer, creo que estoy viva y puedo contarlo porque no era el día que me tocaba morir", confiesa Adela tras sobrevivir milagrosamente después de ser atropellada por un autobús en Aldaia (Valencia) y ser arrastrada en los bajos del transporte, al quedarse enganchado su abrigo, durante cerca de un kilómetro sin que el conductor se percatara de su presencia.

La mujer, de 63 años y que no llegó a perder el conocimiento pese a los golpes contra el asfalto, recorrió toda la calle principal del municipio sin que nadie se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que el autobús paró en un semáforo en rojo.

Una pasajera escuchó entonces los gritos de auxilio de la mujer e insistió al conductor diciéndole que parara, que creía que había atropellado a alguien. "Se me hizo eterno, pensaba que no iba a parar nunca. Iba dando golpes contra el suelo, y tenía miedo de irme hacia las ruedas. Las imágenes no se me van de la cabeza", relata la superviviente, quien se recupera de las lesiones en el Hospital de Manises.

Pese a la aparatosidad del accidente, la mujer aguantó como pudo sin desvanecerse y hoy puede contarlo. Sufre fractura de pelvis, dos costillas rotas, hematomas por toda la espalda y tendrá que ser operada de una lesión en el hombro. "La verdad es que nadie diría que me ha pasado por encima un autobús y me ha arrastrado un kilómetro".

El accidente se produjo en la tarde del pasado día de Reyes, a las 19.30 horas del sábado, cuando ya había oscurecido y caía una tormenta sobre el municipio. Debido a la lluvia, apenas había viandantes en el calle a esa hora, por lo que nadie vio que la mujer estaba siendo arrastrada pese a que el transporte pasó incluso frente a la puerta del ayuntamiento de la localidad.

Sin embargo, no todo fue negativo, el agua caída ese día sí favoreció que la mujer se deslizara sobre el asfalto estando en los bajos delanteros del autobús, entre las dos ruedas, con mayor facilidad. "Caía mucha agua, estaba empapada y el abrigo quedó hecho polvo, no sé cómo resistió", explica la mujer.

Cruzaba por un paso de peatones

Adela había dejado a sus nietos en Valencia y volvía a casa en este mismo autobús de una empresa privada que realiza el trayecto desde la Plaza de España de la capital del Turia al Hospital de Manises, donde finalmente acabaría precisamente ingresada la mujer.

Junto a ella iba su marido, quien bajó en una parada anterior para ver el partido de fútbol en un bar, aunque al estar cerrado se marchó andando a casa. Al llegar y ver que su esposa, que debía bajar en la parada siguiente, a pocos metros de su domicilio, no había llegado el hombre comenzó a preocuparse temiendo que le hubiera pasado algo.

"Mi marido me había dado las llaves porque yo iba a llegar antes a casa", explica la mujer, que se bajó en la parada de la carretera Coscollar, cerca de la esquina con la calle Mayor de Aldaia. "Estaba cruzando por el paso de cebra y, o bien el conductor no me vio o no miró, pero me arrolló y siguió como si nada", lamenta la mujer, quien apunta que antes de bajar del transporte el propio conductor del autobús ya había comentado que los cristales estaban empañados y no se veía nada.

La mujer quedó atrapada bajo el transporte, entre las dos ruedas delanteras, debido a que el cinturón del abrigo se enganchó con los bajos, iniciándose así el trayecto de autobús más largo de su vida. "Estaba deseando que se acabara, que parara y alguien me viera, por eso seguía gritando", confiesa todavía dolorida en la cama del hospital al que fue evacuada tras ser rescatada casi un kilómetro después.

Aunque en el trayecto había otras dos paradas, al no haber pasajeros esperando el autobús no detuvo la marcha hasta que paró en un semáforo en rojo en la calle Coladores. Una pasajera escuchó entonces sus gritos.

Adela quiere agradecer a esta chica, vecina de Quart de Poblet, que insistiera al conductor, ya que él en ningún momento notó ruidos e incluso los gritos de auxilio quedaban ahogados por el sonido de la tormenta. "Cuando me sacaron de debajo del autobús el conductor se quedó blanco, ni siquiera la policía daba crédito a que me hubiera arrastrado tanta distancia", asegura la víctima.

"Esta chica se quedó hasta que llegó la ambulancia y me decía que no me durmiera, que no cerrara los ojos", recuerda agradecida. Levante-EMV se puso ayer en contacto con la empresa de transporte para que dieran su versión, pero no se obtuvo respuesta alguna.

"Iba doblada como un sándwich"

La mujer no sabe cuántos minutos transcurrieron hasta que fue liberada, solo que se le hizo eterno. "Lo que pasé no se lo deseo a nadie", confiesa después de dos días sin poder conciliar el sueño porque le vienen a la cabeza los momentos de pánico que vivió, temiendo que en cualquier momento "me soltaba y una rueda me aplastaba". "Menos mal que en ese tramo no había badenes, sino me habría chafado, porque lento tampoco iba", reconoce.

"Lo principal es que no perdí el conocimiento. Las fuerzas me iban flaqueando, pero sabía que si me desmayaba o me soltaba no lo contaba", explica. "Acabé con las piernas en la cabeza, doblada como un sándwich", añade sobre la extraña posición en la que iba por momentos, y que le ha provocado fractura de pelvis.

Al día siguiente su yerno encontró las gafas de vista destrozadas al comienzo del trayecto. "A partir de ahora voy a celebrar mi cumpleaños el seis de enero", bromea Adela con sus nietas delante. Para ellas su abuela es toda una heroína que ha sobrevivido tras ir enganchada un kilómetro bajo un autobús.