La noche del 25 de diciembre marcó un antes y un después en el caso de la desaparición de Diana Quer. Afortunadamente supuso el fin a una agonía y una investigación de 500 días pero pudo haber terminado en tragedia. Y es que a pesar de que se sabía monitorizado por la Guardia Civil, "El Chicle" no pudo controlar sus ansías por hacerse con una nueva víctima.

Según se desprende de la declaración en sede policial de esta joven, todo ocurrió sobre las 22.30 horas del día de Navidad. "Iba caminando por la calle Bao cuando me encontré a un hombre apoyado sobre un coche gris, tenía un largo maletero y la puerta del conductor abierta", comienza relatando esta vecina del municipio boirense, quien pudo precisar con exactitud las características físicas de su asaltante. "Medía 1,75, con el pelo oscuro que llevaba de punta. Los ojos también eran oscuros al igual que su sudadera, entre gris oscura y negra", relata la joven, según reveló ayer Antena 3.

Fue su agudeza la que hizo sobresaltar y poner nervioso a "El Chicle", que sabía que un solo fallo podría precipitar su caída. "Traté de alejarme mientras le miré la matrícula. Se dio cuenta y fue cuando se puso agresivo, me agarró de forma violenta y me metió prácticamente en el interior del maletero", explicaba en su declaración a la Guardia Civil.

Este intento de rapto vino precedido de la tentativa de robo de su teléfono móvil. A diferencia de lo ocurrido con Diana Quer, querría asegurarse que no podrían vincularlo a este suceso por las antenas de telefonía. "Al pasar por su lado me dijo que le diera el móvil y como me negué me agarró fuerte del cuello por detrás y me puso un puñal en la nuca. No dejaba de pedirme el móvil con mucha insistencia", proseguía la joven, completamente decidida de que no le entregaría el terminal porque "sabía que sería mi única oportunidad de comunicarme con alguien", matizó.

El forcejeo entre ambos comenzó inmediatamente después de esta negativa. "Forcejeamos pero logró meterme prácticamente en el interior del maletero, pero yo impedí que cerrase las puertas con mis piernas y pies. Le dije que me llamaba María, entonces fue cuando me permitió incorporarme y pedí auxilio". Sus gritos fueron escuchados por dos jóvenes que iban por la calle y que no dudaron en acudir en su ayuda. Cuando estos se acercaron, "El Chicle" abandonó el lugar a toda prisa pero ya estaba sentenciado. "Cuando fui al hospital me di cuenta que tenía un audio de los hechos", finaliza la joven. Esta grabación fue la que provocó que su mujer tumbase la única coartada con la que contaba "El Chicle", desencadenando su detención.