El caso de Gabriel Cruz, el niño asesinado en Rodalquilar por la pareja de su padre, Ana Julia Quezada, ha reabierto la herida de los niños desaparecidos cuyo final ha podido ser muy parecido. A nivel nacional hay varios casos, entre los que destaca el de Yéremi Vargas, de cuya desaparición se han cumplido once años, coincidiendo con el archivo provisional de las investigaciones. En Asturias hay al menos dos casos que preocupan especialmente a las fuerzas de seguridad ante la posibilidad de que los menores hayan podido ser asesinados.

Uno es el caso de Pablo Gallego Fernández, que debería tener ahora 8 años. Es hijo de María Josefa G. F., la mujer condenada por mantener en un abyecto abandono a sus tres hijas en un piso del barrio ovetense de Pumarín. El pasado enero volvió a ser condenada a dos años de cárcel por no revelar el paradero de Pablo, que nació en el HUCA La mujer se limita a decir que está en Portugal con su padre y que está bien. En el juicio celebrado en el Juzgado de lo penal número 3 de Oviedo se agarró a esta versión.

Pero los investigadores creen que al menor le ha podido pasar algo malo. No consta que estuviese escolarizado y en 2014 su madre acudió al centro de salud para darlo de baja aduciendo que ya no residía en España. La abuela del pequeño declaró que no sabía de su nieto desde 2011, cuando supuestamente se fue de vacaciones a Portugal.

Otra menor que ha podido sufrir un final terrible es Beatriz da Silva Suardíaz, hija de Trinidad Suardíaz. Las dos desaparecieron sin dejar rastro de la casa donde vivían en la localidad riosellana de Berbes, que el pasado mes de enero fue registrada a fondo por agentes de la Policía Nacional, ante la sospecha de que los cuerpos estuviesen enterrados en ella. Beatriz da Silva nació el 26 de junio de 1986 en el Hospital de Cabueñes de Gijón y la bautizaron el 25 de septiembre en la capilla del centro de acogida de las Adoratrices para madres solteras o en dificultades. La última noticia que se tiene de las dos fue en el verano de 1987, cuando la niña acababa de cumplir un año.

Tanto la mujer como la niña fueron vistas junto a Antonio María da Silva en el autobús de línea de Ribadesella a Oviedo el 13 de julio de 1987. Dos días después, el 15 de julio de 1987, hay constancia de que pasaron por la Audiencia de León para firmar una citación judicial. Es la última pista. Los agentes también buscaron los cuerpos en la casa de la localidad leonesa de Matadeón donde había residido años atrás la pareja. Hay unas diligencias abiertas en el Juzgado número 2 de Gijón, y aunque todo apunta a que pudieron ser asesinadas, la investigación no ha dado fruto.

Otros casos

Pero hay otros casos cuando menos extraños. Elías Pinto, un niño portugués, desapareció en el poblado de Ferreros, en Ribera de Arriba, el 3 de marzo de 1994. En aquellos días se rastreó el río Nalón ante la posibilidad de que el menor, de 4 años, hubiese caído a las aguas. No hubo suerte. Un año más tarde, el caso se reabrió, después de que su padre, Antonio Manuel Pinto, apuntase a que el niño pudiera haber sido secuestrado.

Un caso que podría haber acabado como los anteriores fue el de Imran, asesinado por David Fuentes y Fadila Chardoud, su propia madre, quienes fueron condenados a 33 años y cinco meses de prisión. El cuerpo del pequeño, de 2 años, asesinado a golpes en noviembre de 2014, al que metieron en el interior de una maleta y arrojaron junto a las vías cerca del apeadero de la Argañosa, en Oviedo, difícilmente hubiese sido descubierto sino fuese por las labores de mantenimiento de las vías. Los autores del crimen fueron localizados pocos días después en León, donde trataban de reunir dinero para huir del país. Otros niños de incierto final siguen perdidos.