Isolina Álvarez y Aníbal Muñoz, un matrimonio de septuagenarios de Bóveda, Amoeiro (Orense), no logran entender por qué tres encapuchados que entraron en su casa mientras dormían recurrieron a la violencia para llevarse las pocas cosas de valor que tenían. Ambos son mayores y frágiles de salud. Y de esa debilidad se aprovechó esta banda de ladrones a los que busca la Guardia Civil.

Irrumpieron de madrugada en el dormitorio y se echaron encima de Aníbal, que apenas pudo reaccionar. Le ataron de pies y manos y le golpearon en la cabeza. "Batéronme; valéronse dunha persoa inútil", señala el hombre, de 75 años. Al recibir los golpes en la cara se dio cuenta de que estaban siendo víctimas de un robo. Apenas tiene movilidad y no habría podido defenderse.

Ocurrió la madrugada del jueves. Los encapuchados entraron por una ventana e irrumpieron en la habitación reclamando el dinero. Cuenta Isolina que a ella la echaron a un lado y se cebaron con su marido "que non se defendía, pero mallaron nel igual". Relata que no pudieron verles las caras porque las llevaban cubiertas y exigían el dinero: "Dicían todo o tempo que sabían que había cartos".

Revolvieron toda la casa. Vaciaron armarios y cajones buscando dinero e incluso levantaron el suelo de madera por si lo ocultaban debajo. Pero no había nada. El dinero que tenían en efectivo, 50 euros, estaba en un sobre que, por suerte, los ladrones no vieron. Y no había más. Se llevaron unos 20 euros de la cartera de Isolina, una cadena, un anillo, un reloj de Aníbal que no había llegado a estrenar y carne que guardaban en el congelador. Isolina asegura que pasaron alrededor de una hora revolviéndolo todo antes de irse. "Fixeron o que quixeron", lamenta.

Todo ese tiempo su marido estuvo atado de pies y manos en la cama, sin poder moverse. A ella no la golpearon pero la intimidaron para que se quedase quieta en la habitación. No les quedó más remedio que esperar a que todo acabase. "Pasamos un bo susto e cando marcharon fun avisar aos veciños para que chamaran á Guardia Civil", cuenta Isolina.

Los encapuchados habían cortado el cable del teléfono para retrasar la voz de alarma y poder huir. A Aníbal lo llevaron al hospital para un reconocimiento médico. Tenía magulladuras en la cara. Por la mañana prestaron declaración en el cuartel y cuando regresaron a casa eran casi las tres de la tarde: "Pasamos un susto pero xa está, agora xa saben que nesta casa non hai cartos", dice Isolina.