Un silencio estremecedor se cernía a última hora de la tarde de ayer sobre San Tirso de Abres. Todo el concejo conocía ya el fatal destino con el que tres jóvenes empleados en un taller mecánico local se habían dado de bruces en la carretera, a poco más de un kilómetro de su puesto de trabajo. Regresaban tras haber comido juntos en Vegadeo. "Es tremendo", declaraba el propietario del taller, Julio García, aún conmocionado por lo sucedido.

Los tres fallecidos en el accidente de tráfico que tuvo lugar en la tarde de ayer al colisionar un coche y un camión en San Tirso de Abres -Andrés Pardo, Carlos Murias y Nicolás Andrés Carbonel- eran "muy buenos profesionales" y "buena gente", según aseguró García, con voz entrecortada. La resignación, el "es lo que hay", es la única respuesta que encontraba el dueño del taller a la tragedia que le ha tocado vivir al frente de su pequeña empresa. No llegaba a explicarse lo que pudo pasar en ese tramo de carretera que, por otra parte, tan bien conocían las víctimas. "Quizás venían un poco rápido, pero no sé, son todo suposiciones. No sabemos con certeza lo que pudo pasar", aseguró.

A casa del veigueño Carlos Murias, ubicada en el barrio de Aduanas, no dejaron ayer de acercarse vecinos consternados por la noticia. Su padre había fallecido de manera repentina hace unos dos años cuando trabajaba en una empresa de pizarras y ahora, cuando la familia comenzaba a reponerse, le toca superar otro duro golpe. "Pobre Mari Carmen -en alusión a la madre del joven-, ahora sí que no levantará cabeza, con lo que les costó a todos superar la muerte del padre", lamentaba una vecina. "Estamos conmocionados", apuntaba otra mujer tras dar el pésame a la familia.

Murias, con novia taramundesa y trabajador del taller desde hacía un par de años, vivía con su madre y su hermano Miguel en una casa del centro de Vegadeo. "Son una familia muy llana y querida en el concejo", apuntaron los vecinos consultados.

A unos kilómetros del centro veigueño, en la localidad de Piantón, Edita Villamea, natural de Villanueva de Oscos, trataba de asimilar el repentino fallecimiento de Nicolás Andrés Carbonel con el que llevaba un año saliendo. Carbonel, natural de Uruguay aunque con familia en Lugo, llevaba apenas dos meses viviendo en Piantón con su novia. "Estaba feliz aquí", explicó a LA NUEVA ESPAÑA incapaz de controlar el llanto. Se conocieron el Lugo y, tras vivir allí una temporada, decidieron trasladarse a Piantón, donde la familia de Villamea tiene una casa. El joven fallecido, pintor de coches, era autónomo. Cuando se establecieron en la zona trabajó primero unas semanas en Ribadeo, pero luego le salió trabajo en dos talleres asturianos: el de Julio García, en San Tirso y Autos Tapia, en el concejo del mismo nombre.

Andrés Pardo, vecino del concejo lucense de A Pontenova, era el que llevaba más años trabajando en el taller de Julio y al que más conocían los santirseños. Deja mujer y dos hijos, el menor nacido hace apenas dos meses.