Eduardo Lagar

Salir de la orilla

También necesitamos un Gobierno que sueñe el futuro

Se avecina una de espadachines en la Junta General del Principado. El frágil Gobierno regional va a tener que someterse a un intenso control por parte de la amplia, diversa y hambrienta oposición, toda ella haciendo precalentamiento electoral. Se avecinan meses, quizá años, en los que la actividad política asturiana puede quedar reducida a un guirigay de comisiones, preguntas parlamentarias, plenos, contraplenos, réplicas y contrarréplicas. Y todo ello bañado con este almíbar de la reinvención/regeneración democrática con el que nos ponemos morados.

Bueno es que hiervan los escaños. Si ahí asientan las posaderas del pueblo y ésa es su legítima voz, que hablen y debatan. ¿Pero sólo debemos esperar oratoria de la legislatura que, efectivamente, empezará en dos semanas? ¿Únicamente tendremos una Junta incandescente pero, al otro lado de la calle, un Ejecutivo inerme, paquidérmico, jugando atrás bajo la égida de un presidente que se sabe en el último round del combate?

Fernández nos prometió realidad y no ficción en su discurso de investidura. Nada de "monedas de chocolate"; dinero dulce pero falsa monea. Bien está que no venda crecepelos. Pero, a fuer de realista, puede olvidarse de que el futuro, para que llegue y sea halagüeño, hay que soñarlo antes. Hay que pensarlo. Sabemos que le duele España, pero ¿cuánto le duele Asturias? ¿Dónde exactamente? Se supone que estos cuatro años venideros habrán de ser los de la recuperación. Hemos salido de la trinchera donde, bajo la artillería de la crisis -fue la guerra del 14- defendimos los servicios públicos. Pero, ¿qué queremos hacer ahora que toca salir a campo abierto a ganar la batalla o, por lo menos, a quitarse el barro de las botas? Del organigrama del Principado, salvo el destello innovador en el IDEPA, no llega ninguna señal.

El Presidente leyó en verano "En la orilla", de Rafael Chirbes, el gran novelista de la crisis española, que acaba de fallecer. Cuando muere un escritor mueren todos los libros que pudo haber escrito. Nos quedamos sin saber cómo habría relatado Chirbes la salida del cenagal que nos desarmó, si es que salimos. Pero Fernández -ávido lector, escritor frustrado- debería de hacer porque ese libro se escriba en Asturias. Alguna idea debería empezar a esbozar.

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