Consejero de Educación y Cultura del Principado

Por la escuela rural

Reconocimiento a los Colegios Rurales Agrupados, medalla de plata de Asturias

La reciente concesión de la Medalla de Asturias, en su categoría de plata, a las comunidades educativas de los Colegios Rurales Agrupados (CRA) del Principado de Asturias, cuyo acto formal de entrega tendrá lugar el próximo día 7 de septiembre en el Auditorio Príncipe de Asturias, de Oviedo, se revela como un reconocimiento justo y un acierto pleno. El Consejo de Gobierno basó su decisión del pasado 19 de agosto en el servicio educativo que prestan estos centros y en las actividades que desarrollan en sus zonas de referencia, como garantes del derecho básico a una educación de calidad para todos, sin excepciones.

Para medir la relevancia de estos centros, basta con saber que los 27 Colegios Rurales Agrupados, distribuidos por 21 concejos, albergan 94 escuelas y escolarizan 1.924 alumnos y alumnas, que son atendidos por 344 maestras y maestros, bajo esos principios de calidad y equidad. Y aquí tenemos que hacer mención también a esas 10 Escuelas unitarias (colegios públicos con una sola unidad mixta) que escolarizan otros 79 estudiantes, con 22 docentes. Asturias es la Comunidad Autónoma que sostiene escuelas rurales con la ratio más baja del Estado español: con cuatro alumnos se mantiene abierta una escuela.

En las comunidades educativas de estos centros están incluidos los equipos directivos, el profesorado, los padres y madres y, sobre todo, los alumnos, verdaderos protagonistas y destinatarios de nuestro sistema educativo. Por esta razón, muchas veces he dicho en la Consejería -y cada día me lo sigo diciendo a mí mismo- que si lo que planificamos, hacemos y decidimos no llega directa y adecuadamente a su destino natural, posiblemente no merezca la pena hacerlo o, cuando menos, debería ser revisado.

Y también, por esta misma razón, hemos dicho que nuestra Consejería de Educación y Cultura debe distinguirse por sus formas modélicas de trato exquisito y atención adecuada a todos los miembros de la comunidad educativa, y especialmente a los alumnos; no podemos pretender transmitirles valores de respeto, diálogo o tolerancia si, antes o después, nosotros no los practicamos ni con ellos ni con otros miembros de la comunidad; dicho de otro modo, tenemos que salvaguardar una coherencia entre lo que se enseña en el aula y lo que se construye día a día en relación con una convivencia ordenada y positiva. Y nosotros debemos ser ejemplares.

Seremos ejemplares. Sólo así daremos cumplimiento al mandato de la UNESCO, que en su informe sobre la educación para el siglo XXI señala que "la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser".

Pues bien, estos derechos básicos están garantizados para todo el alumnado en nuestra Comunidad Autónoma, con independencia del lugar en el que vivan, gracias al trabajo que desarrollan las comunidades educativas ahora distinguidas con este premio y reconocimiento.

Y quien estas líneas escribe lo sabe bien: nací en un pueblo de montaña, de gente humilde y trabajadora, donde las posibilidades de cambio y progreso eran muy limitadas, de no haber sido porque un día, un día con seis años, entré en una escuela, una escuela con grandes ventanales, libros en los armarios y un maestro que enseñaba. Y por esta razón yo no podría decir que a los seis años "tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela", sino que a los seis años tuve la fortuna de acceder a una escuela que me abrió horizontes para mí, hasta entonces, nunca soñados. Era una escuela rural.

Compartir el artículo

stats