En corto y por derecho

Misterio en Avilés

Dos coches de la Policía Nacional, en la noche del pasado miércoles, apagaron de repente las sirenas antes de aparcar en mitad de la avilesina avenida de Portugal, en el barrio del Carbayedo. Los agentes salieron de los vehículos con cara de urgencia y la mirada incrustada en las ventanas de los edificios circundantes. Los pocos vecinos que se recogían detuvieron el paso. "¿Qué está sucediendo?". Los agentes volvieron a los coches. Por dirección prohibida, se dirigieron a la cercana calle de Hermanos Soria, deslumbrando en rojo la noche. "¿Qué buscan?", se preguntaron los clientes de última hora de una cafetería. Los policías dirigieron, de nuevo, sus miradas a los ventanales de los edificios de vecindad. "¿Un suicida?". Los cuatro agentes callaban y su silencio sembraba el desconcierto entre los atraídos por sus movimientos. Volvieron a subir en los "zeta" y, por segunda vez, volvieron a tomar una dirección prohibida para regresar al punto de partida: la avenida de Portugal.

Entonces salió a escena un camión de bomberos. "¿Qué se está quemando?", volvieron a preguntarse los clientes de la cafetería, que había retrasado el cierre. Un periodista corrió raudo al lugar donde se habían detenido los tres vehículos oficiales. María Virtudes Monteserín Rodríguez, llamada Mariví, alcaldesa de Avilés y vecina del Carbayedo, salió entonces de entre el pequeño tumulto que se había organizado en la avenida: "No te preocupes, no ha sido nada", le dijo al periodista, y sonriendo le explicó que una señora había visto en su ventana reflejadas las llamaradas del mechero de Baterías de Coque y había creído que se trataba de un incendio. Los policías nerviosos, los bomberos pacientes, los vecinos noctámbulos, la alcaldesa de regreso y el periodista de última hora se fueron, cada uno, a sus respectivas casas con el alma y la mirada irónica en un hilo.

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