Decir que España es el segundo país del mundo con más líneas de Alta Velocidad no es nada nuevo. Nuestros gobernantes se encargan de vendernos, máxime en época de elecciones, la información. Ahora bien, los matices que habrá que aclarar se nos ocultan. Así, hace muy poco tiempo el propio presidente del Gobierno inauguraba el AVE hasta León con bombo y platillo. Aunque para las continuas preguntas de los periodistas de "para cuándo Asturias" no hubiese respuesta y sí muchas evasivas. No obstante, Renfe publicitó un recorte en el tiempo de alrededor de 45 minutos, pero sin especificar si ese "alrededor" se refería a diez minutos, quince, veinte o... Nunca quedó claro. Los asturianos, entre los que me encuentro, aprovechamos esa bajada de tarifa promocional para comprobar en primera persona la realidad de lo ofertado. ¡Menudo chasco! Los 45 minutos quedaron reducidos a 25. Algo es algo, pero poco ganamos. Y si a eso añadimos que desde León los viajeros venimos en el sentido contrario de la marcha... y que el tren -en el que uno viajó- procedía de Alicante, lo que supuso que en Madrid se bajase mucho personal que dejó los asientos que nosotros, los asturianos, ocupamos llenos de restos de comida, botellas, etcétera, y que ni tan siquiera hay papeleras, pues uno tiene la impresión de estar en un tren de tercera de los antiguos. Lo de AVE nos merece una exclamación, muy nuestra, ¡ave María Purísima, qué despropósito! Hay comunidades a las que se les niega -bien negado, por otra parte- la independencia, pero a la nuestra, que no quiere ser independiente, sino todo lo contrario, se nos independiza del resto con algo tan fundamental como son las comunicaciones. Caros y escasos aviones, trenes con una atención muy deficiente y peajes por carretera que no son precisamente baratos. Madrid para los asturianos sigue estando lejos, y el AVE, por lo que parece, mucho más.