La columna del lector

Incendios y cazadores

Soy un aficionado, más bien apasionado, de la caza de la arcea desde hace casi 40 años y siempre he cazado en el concejo de El Franco. Para los neófitos en este tema, decir que somos legión los cazadores que cada fin de semana durante la temporada nos lanzamos al monte con nuestros perros, nuestros mejores compañeros, intentando disfrutar de cómo marcan los rastros, las posturas, de orientarlos en la búsqueda de esa apasionante y hermosa ave que nos visita en mayor o menor medida todos los otoños y se queda en nuestros montes a pasar el invierno.

Somos un colectivo de personas que disfrutamos de los montes, regueros, cordales y sierras de nuestro Principado de Asturias. Nuestro objetivo no es matar, vamos a cazar. Entre cazadores de arcea ya veteranos, como es mi caso, rara vez hablamos después de nuestras jornadas de pájaros abatidos, sino de pájaros encontrados, rastros que nos indiquen los andados de alguna arcea y de cómo se desarrolló el trabajo de los perros, casi nunca del tiro o del número de piezas cobradas, ya que en esta modalidad de caza el disfrute no está en la foto al acabar la jornada, que suelen ser escasas de capturas, sino en el día que pasaste en el monte con el objetivo de encontrar con la ayuda indispensable de tus perros (sin ellos sería imposible) esta ansiada y hermosa ave.

Pues bien, el sábado 19 de diciembre me encontraba en la zona media-alta del concejo intentando la misión casi imposible este año (ha entrado poca, por lo menos en esta zona) de encontrar alguna arcea cuando a lo que primero parecía que el tiempo cambiaba y se nublaba rápidamente se vio que era un incendio cercano que me obligó a salir del monte. Me acerque a la zona donde parecía que venía el humo, el espectáculo era lamentable, y el resultado lo conoce todo el mundo, varias casas y cuadras destruidas por las llamas, más de 3.000 hectáreas arrasadas totalmente, que han dejado un paisaje sobrecogedor con árboles derechos pero quemados y sin sotobosque.

La noticia del incendio de El Franco llenó todos los medios de comunicación a nivel nacional y regional. En primer lugar centrados en los destrozos materiales y posteriormente buscando culpables. Ante este tipo de situaciones somos muy dados en este país a echar balones fuera y mejor si a quien se acusa tiene una posición débil, como es el caso de los cazadores. No vi ni escuché a ningún responsable hablar sobre cuáles habían sido las actuaciones de prevención que se habían efectuado o de por qué hace años las personas que se jubilaban echaban al monte una docena de cabezas de ganado para entretenerse y ahora no les dejan, dando como consecuencia unos montes por los que es imposible andar debido a la maleza.

Bien, pues lejos de esto, aparece en LA NUEVA ESPAÑA del 21 de diciembre el siguiente titular: "Los bomberos achacan la mayoría de los fuegos a quemas de ganaderos y cazadores". El 24 de diciembre en el mismo medio, en la sección de Tribuna, Joaquín Arce, que aparece como ecologista, economista y exdirector de Política Forestal del Principado, pero por encima de todo esto lo considero amigo mío, manifiesta que, entre otros motivos, los montes se queman para facilitar la caza. Tengo que decirles a las personas que compartan estos discursos que lo que queda después de un incendio es todo lo contrario a lo que queremos los que nos gusta salir al monte a disfrutar de nuestros perros. En esa enorme parte del concejo que sufrió el incendio no vamos a poder desarrollar nuestra afición, la vida vegetal se acabó y tardará en recuperarse, pero la vida animal tardará más aún, yo por mi edad creo que ya no volveré a ver aquellos parajes que conocía en mi vida. ¿Cómo podría un cazador provocar semejante atrocidad? Aunque fuera sólo por puro egoísmo, jamás lo haría.

Pido, por tanto, cordura y moderación en las manifestaciones públicas que se hagan. Todos sabemos de casos de ecologistas vendidos a multinacionales, guardias civiles traficantes de drogas, brigadistas contraincendios que al no ser contratados prendían fuego al monte para obligar a la Administración de turno a que les contratara, y por todo ello no se puede demonizar y decir que todos los ecologistas, guardias civiles o brigadistas obran de mala fe, al revés, todo lo contrario.

Espero por el bien de todos que lo ocurrido en El Franco no se vuelva a repetir.

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