Asturias ante la parálisis política

El bloqueo de la gobernabilidad y el "síndrome de la campaña electoral"

Se conoce como "síndrome de Peter Pan" a un trastorno de la personalidad que sufren algunas personas que tienden a comportarse como niños o adolescentes, negándose a asumir las responsabilidades de las personas madurez. Es característico de este síndrome culpar a los demás con vehemencia de todos los problemas y exigir y criticar constantemente. Sin embargo, escondidas detrás de disculpas, no se comprometen y raramente están dispuestas a hacer algo por los demás. Reclaman mucha atención e insisten en realizar acciones de autoafirmación, se irritan con facilidad pero eluden participar en la búsqueda de soluciones a los problemas. Se protegen de la realidad negándola, porque temen no poder gestionarla, pero lo hacen desde el narcisismo. Son rebeldes pero, en el fondo, están simplemente centrados en sí mismos y en su ego.

No parece muy diferente a otro síndrome que parece extenderse como una epidemia entre las fuerzas políticas de nuestro país, "el síndrome de la campaña electoral".

Corremos el riesgo de que éste síndrome se extienda desde Cataluña a la Moncloa, pasando por Asturias. Empeñadas en instalarse en una campaña electoral permanente, unas cuantas organizaciones políticas, de las de siempre y de las de nuevo cuño, parecen empecinadas en bloquear las instituciones públicas e impedir que se configuren gobiernos con capacidad de acción. Es posible que busquen convertir los parlamentos en platós televisivos permanentes, donde discurran debates electorales eternos, por supuesto a cuatro, porque es ahí donde realmente se sienten cómodos. Entre unos y otros, nos arriesgamos a acabar viviendo en el país de nunca jamás. Un país en el que nunca jamás llegará el momento de que se pongan en marcha programas públicos al servicio de los ciudadanos, porque a algunos de los actores políticos principales debe darles vértigo reconocer que la campaña electoral ya ha terminado.

La inmadurez de unos cuantos representantes políticos, incapaces de comportarse como adultos, amenaza a los ciudadanos. La agenda política, que debería contener un intenso calendario de medidas para el rescate social, la regeneración democrática y el desarrollo económico, puede convertirse en un sucio almanaque que sólo incluya un listado de elecciones continuas.

¿Deberíamos resignarnos a padecer esta situación como un mal inevitable, propio de un momento de efervescencia social y política? Aún a riesgo de ir contra corriente, Izquierda Unida de Asturias se niega a aceptarlo. No nos sentimos intimidados por los que usan una descalificación tan pobre y propia de la vieja política como la de intentar etiquetarnos como la muleta de un tercero. La capacidad de diálogo es un valor en política y el compromiso, desde la autonomía, una obligación de los que representamos a los ciudadanos. Los que aspiran simplemente a hacer testimonialismo político, lo único que hacen es perder oportunidades de socorrer a los ciudadanos más vulnerables.

Al comienzo de la legislatura pusimos sobre la mesa una propuesta de gobierno de cambio y de giro a la izquierda, sostenido por las nuevas y las viejas izquierdas asturianas, como fórmula de gobernabilidad que más se correspondía con el voto otorgado en mayo por los asturianos. Posteriormente, afrontamos el debate presupuestario como una oportunidad para blindar los programas de garantía social y defender los servicios públicos. Emplazamos a las otras dos fuerzas de la izquierda a comprometerse para evitar una prórroga presupuestaria que limitara la acción de gobierno y prolongara el marco presupuestario pactado por PP y PSOE en 2015. En esa línea, planteamos una batería de medidas; tanto en el capítulo de ingresos, aumentando la progresividad de nuestros impuestos y apostando por la fiscalidad verde; como en el apartado de gastos, con iniciativas nuevas de rescate social, lucha contra las amenazas ambientales, impulso del tejido económico, dotaciones para territorios con carencias en sus equipamientos públicos, una oficina anticorrupción o la reducción de la precariedad en el empleo público.

Que Podemos no tenía interés en que Asturias contara con un nuevo presupuesto parecía evidente desde hace tiempo, puesto que había venido emitiendo sobradas señales de ello durante los últimos meses. Lo que pasa es que, en lugar de señalar las potencialidades de su posición, que se supone que las tendrá, han preferido recurrir al lanzamiento de una serie cortinas de humo que dificultan la percepción de la realidad. Sin venir a cuento, hablan por los codos de acabar con las inmorales puertas giratorias; por cierto sería fácil encontrarse con nosotros en esa postura, si no fuera porque en realidad plantean el linchamiento retroactivo de cargos públicos. Explican que hay que acabar con las ineficiencias de los servicios públicos pero solo están preocupados de la investigación del pasado, como en el caso de las listas de espera sanitarias, y no de las iniciativas que puedan solucionarlas.

Vuelven a sacar a escena su "mantra" preferido, el de los sueldos y los recursos de los grupos políticos, un debate ya resuelto en la cámara por el que sienten nostalgia.

Aunque lo más decepcionante de los planteamientos de Podemos, por encima aún de su nueva querencia por la bronca parlamentaria y la escasa educación, ha sido sin duda su abandono de la izquierda en unos cuantos temas emblemáticos, quizá como parte de ese soñado viaje que ansían emprender a El Dorado centro político. Así, como si fuera de lo más natural, han ridiculizado los impuestos ambientales, han competido con la derecha en la carrera de rebajas de impuestos, han planteado recortes en partidas que garantizan los tratamientos de enfermos crónicos, etc.

Resultaría especialmente preocupante que esta apuesta de Podemos, en las antípodas de los acuerdos para garantizar la gobernabilidad, sirviera como disculpa a la FSA para volver a instalarse en el conformismo desapasionado que tanto parece atraerle. Si los socialistas no entienden que es el momento de la audacia, el liderazgo e incluso la seducción política hacia aquellos necesarios para posibilitar la gobernabilidad por la izquierda, los asturianos tendrán aún más motivos para preocuparse. El PSOE asturiano corre el riesgo de acomodarse, de pensar que vale con vivir sosegadamente de las rentas que puede lograr por parecer la víctima del bloqueo político que, por supuesto, dirá que sólo es culpa de los demás. Puede caer en la tentación de limitarse a participar en esa nueva forma de hacer política consistente en admitir que todo es un mero debate preelectoral eterno, donde la invención de la frase ingeniosa del día es suficiente para cubrir el expediente, mientras gobierna el Principado como si se tratara de una administración concursal. Se sumaría entonces a esas organizaciones atrapadas ya por el síndrome de la campaña electoral.

Estamos ante un periodo decisivo de las historia de nuestra joven democracia. Convendría que todos nos diéramos cuenta de ello. Es el momento de que las organizaciones políticas se pongan realmente a la altura de los ciudadanos, dejando de estar centradas en sí mismas y en sus egos y remangándose para intentar solucionar al menos los problemas más acuciantes de éstos, en lugar de insistir en tantos actos de autoafirmación. En un panorama político tan fragmentado y plural, ninguna de estas organizaciones podrá conducir las instituciones en solitario, necesitará de aliados dentro y fuera de los parlamentos. Todas tendrán que aprender a convivir y a cooperar con las otras, con los diferentes. Algún día deberán dejar de pensar en seguir dando mítines y pasar a comprometerse realmente con la gente. De lo contrario, a lo peor convertimos a este país en el país que nunca jamás querrían los ciudadanos.

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