Arcipreste de Siero

Adiós, amigo

Despedida a un maestro de la pluma y gran defensor del Occidente que enriquecía con su amistad

Jorge era un espíritu libre, vivió como quiso, no era una persona fácil, había que cogerle el "tranquillo", pero si te lo ganabas era fiel incondicional. Así lo viví yo.

Conocí a Jorge cuando llegué a Navia con 25 años en el año 90: era mi primer destino; me acogió, me orientó y me presentó a personas con las que conservo leal amistad. No os imagináis lo que se agradece la mano tendida y el corazón abierto cuando uno llega joven y nuevo a su lugar de destino y comienza a dar sus primeros pasos titubeantes. Nunca lo olvidaré? como tampoco olvidaré aquellas tertulias en el Alber en las que participé en ocasiones con el propio Jorge, Álvaro Delgado, que en paz descanse, su hijo o Gustavo Suárez Pertierra, ¡qué riqueza!

Desde entonces, Jorge me acompañó en momentos importantes de mi vida: vino conmigo de Navia a Llanera en mi toma de posesión, estuvo presente cuando me hicieron Hijo Adoptivo de Villardeveyo y me dedicó una de sus famosas "Occidentalia" con palabras cariñosas y elogios exagerados. Una de las primeras llamadas que tuve cuando murió mi hermano fue la suya: "Meu neno". Hubiera estado, también, este verano pasado en mis bodas de plata sacerdotales, pero estaba ingresado; fui a verle y le dije que él conmigo no podía ser, pero yo con él si.

La profesión periodística pierde un maestro de la pluma y un verdadero cazador de noticias, no de cualquier noticia: la original, la creativa, la diferente; allí donde nadie veía, Jorge encontraba luz. Yo fui testigo privilegiado, en su despacho del Fantasio, lleno de papeles y colillas, de alguna de sus primicias; tenía habilidad innata.

Occidente está en deuda contigo, fuiste su gran defensor, amante de sus paisajes y paisanajes y su ventana al exterior a través de tus magníficos artículos en LA NUEVA ESPAÑA; quizá esa deuda se pueda compensar, en alguna medida si alguna de sus calles, parques o edificios llevara tu nombre.

Los que lo conocimos un poco más hemos podido traspasar lo externo para llegar a lo íntimo y descubrir sus grandezas y valores: Jorge era un hombre cultísimo, gran conversador y tertuliano, de memoria prodigiosa, tímido, agradecido, religioso a su manera (no era difícil a mediodía o a primera hora de la tarde verle de visita en el Santuario de Villaoril), desprendido y de mano abierta, incondicional de los suyos; también y sobre todo éste era Jorge; como dice el poeta "su corazón no latió en vano".

Querido amigo, dejas en muchos una huella imborrable. Como dice la canción "algo se muere en el alma cuando un amigo se va". "Meu neno, dichoso de ti", me dijiste tantas veces y hoy te digo yo a ti: gracias, doy a Dios, por haberte puesto en mi camino y haberme enriquecido con tu amistad, siempre demostrada. Adiós, amigo.

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