Diputada del PSOE por Asturias en el Congreso

Lo que nos une

En España sólo cabe que los partidos que aspiran a un cambio logren un acuerdo de mínimos

Seamos sinceros: los resultados del 20-D no nos hicieron felices a ninguno de los partidos de ámbito estatal que concurríamos a las elecciones. Todos esperábamos más, por mucho que finalmente también todos tuviésemos algo que celebrar. Pero lo determinante de estos resultados, la voluntad de la ciudadanía, es que nos imponen a todos los parlamentarios en esta legislatura que comienza la tarea de buscar las soluciones de gobernabilidad más complejas de la historia de nuestra democracia.

De momento, el único que parece no haberse enterado es el PP. Todavía no han asimilado la pérdida de la mayoría absoluta. En estado de shock, Mariano Rajoy permanece a la espera de que desde otras instancias le solucionen la papeleta. Pero tras el 20-D no sólo ha perdido la mayoría absoluta, sino también cualquier posibilidad de alcanzar una mayoría suficiente para gobernar.

No habría Gobierno más débil que uno basado en alianzas inexplicables. La estabilidad no es un fin en sí misma. Las soluciones forzadas, lejos de apuntalar nuestro sistema democrático, hacen que los ciudadanos le den la espalda y busquen fuera la autenticidad que dentro se les niega.

A los que nos piden que apoyemos un Gobierno del PP, sólo podemos decirles que no cuenten con nosotros. A todos los que han medrado a base de repetir que somos lo mismo que el PP les vamos a demostrar, por enésima vez, que por muy rentable que les haya sido electoralmente, sigue siendo una descomunal mentira. Los votantes del PSOE siempre han votado y votarán por una alternativa a los gobiernos de la derecha, no por ser su puntal o complemento. Si no somos una alternativa a la derecha, perdemos nuestra razón de ser, no somos nada.

El último barómetro del CIS sobre posibles coaliciones de Gobierno concluía que la gran alianza entre el PP y el PSOE era vista como mejor opción sólo por un 5% de los españoles. En siete comunidades autónomas presidimos gobiernos con acuerdos de progreso y regeneración, y en ninguna hemos permitido gobiernos del PP pudiendo evitarlos. ¿Por qué en el Gobierno de España habría de ser distinto?

Los que desean una gran coalición con el PP no se desaniman y ven signos de su necesidad por todas partes. El último es la amenaza secesionista catalana. Pero la situación en Cataluña no refuerza la necesidad de una gran coalición, al contrario, demanda más todavía un cambio político frente al inmovilismo que nos ha colocado al borde del abismo.

En Cataluña, como en tantas otras cosas, el Partido Popular forma parte del problema, no de la solución. Como dice a menudo Miquel Iceta, "la sociedad catalana no necesita frentes, necesita puentes", y la primera tarea de la próxima legislatura será reconstruir todos los que han volado por los aires en estos cuatro años de Gobierno del PP.

Cuando faltan las mayorías, lo primero que tenemos que hacer todos los partidos es guardar en un cajón nuestros programas de máximos. Se impone la humildad para buscar acuerdos de mínimos que resuelvan los problemas reales de la ciudadanía. Descartado un Gobierno del PP, la única duda es si los partidos que aspiramos a un cambio de regeneración y progreso para España seremos capaces de articular el consenso que esta sociedad demanda y necesita, si seremos capaces de construir sobre lo que nos une en vez de permitir que el PP vuelva a gobernar sobre lo que nos separa.

Los resultados del 20-D hacen que a los socialistas nos toque liderar ese cambio. Y vamos a hacerlo poniendo sobre la mesa un acuerdo que supondría la subida del salario mínimo interprofesional, la derogación de la "ley mordaza", de la LOMCE, de la reforma laboral, una reforma fiscal reforzando una progresividad del sistema, blindar constitucionalmente la sanidad y la educación, derogar la reforma municipal potenciando la autonomía local, eliminar los copagos sanitarios, recuperar la ley de Dependencia, un pacto de Estado contra la violencia de género, una ley contra la pobreza energética y un ingreso mínimo vital, por sólo citar lo más relevante. ¿Hay alguien, que se considere progresista, a quien no le parezcan razonables estas propuestas? ¿Hay alguien que crea que, a pesar de otras serias diferencias, no merecería la pena ponernos de acuerdo en ese mínimo, en vez de permitir otros cuatro años de Gobierno del PP? ¿Nos perdonarían los ciudadanos no hacerlo y, muchos menos aún, ni siquiera haberlo intentado?

Es tiempo de buscar lo que nos une a los socialistas entre nosotros mismos y con el resto de partidos que aspiran a un cambio político. Porque todo eso que nos une es básico para mejorar las vidas de las personas y el PP lo ha negado durante cuatro largos años, a espaldas de la ciudadanía. En estos momentos, con la posibilidad de poner en marcha esta profunda agenda política del cambio, lo que nos separa tal vez tendrá que quedar aparcado, esperando que la sociedad lo demande con mayor intensidad y claridad, con la misma que ahora nos ha señalado que quiere un cambio de regeneración y progreso para España.

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