La columna del lector

Toda una historia

"España es el país más fuerte del mundo; los propios españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido", Bismarck dixit. España, "Estado español" o Reino de España, ha atravesado numerosos cambalaches y naufragios. Seguro que ya había grupitos centrífugos y centrípetos en la caníbal Atapuerca. Hay una España tribal y etnicista, y hay otra de ciudadanía abierta ilustrada y democrática liberal, afirmadora de la existencia de España no como culto totémico preceptivo, invocado marcialmente, sino como expresión de una reunión de ciudadanos libres y solidarios, decididos a vivir bajo leyes justas comunes, desde que se proclamó la abolición de la gleba y la existencia de las libertades, la movilidad y la igualdad en todo el territorio nacional.

La nación como proyecto de convivencia diaria, fundado en el civismo, la pedagogía de los derechos humanos, las mejores tradiciones de emancipación de la ignorancia, la miseria, el miedo y la opresión, es siempre referente bajo el que ampararse. Es cierto que las grandes palabras, incluso las de las supuestas "almas bellas" benéficas, humanistas y filantrópicas, nos hacen infelices, pues la infelicidad surge del abismo entre la realidad limitada imperfecta y las altísimas expectativas. España existe, late aún y es una clara democracia. En mi opinión, el secesionismo es la culminación de un largo proceso de falta de identificación de muchos ciudadanos con una pretendida nación única canónica, que viene a ser las arenas movedizas del Estado de las autonomías y lo que resta de seudoimperial franquista, que también trajo la educación básica obligatoria y el desarrollismo. Profundizar es un discurso sin telarañas, en el rico y diverso mosaico ibérico, en el conocimiento de las distintas comunidades autónomas españolas, aceptar que hay distintos sentimientos de pertenencia, deseablemente compatibles, viajar más, trabajar en entornos de procedencia multirregional, no pasar todo por mentideros y filtros exaltados, manipuladores, de unos y otros; amar las geografías concretas de este hermoso plebiscito cotidiano que se llama España y nunca negaré es lo que hace patria constitucional social, proyecto de convivencia en el que vernos reflejados.

En sus avances y bonitos logros de hoy, imperfecciones, historia común entrelazada y compleja, gentes lo más felices, educadas, cooperativas posibles. Sabedoras de que las fronteras son ridículas y la nación existe con un sentido legal e institucional, político y de valioso legado cultural a transmitir. Un legado, eso sí, plural, de buena voluntad y con futuro. Frente a enrocamientos inmovilistas y desuniones rupturistas. Por una España con rostro humano, ni deificada ni desmembrada.

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