El Club de los Viernes

Asturias y la cultura del esfuerzo

Los desafíos del siglo XXI para la región más allá de la dependencia del Estado

"Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada."

Ayn Rand, "La Rebelión del Atlas"

El Club de los Viernes, asociación liberal de carácter apartidista, se presentó oficialmente en Oviedo el pasado mes de julio. Tuvimos el honor de contar con la presencia del prestigioso economista Daniel Lacalle.

Daniel nos ofreció una brillante ponencia sobre el liberalismo y su carácter social. Generalmente a esta corriente ideológica se le acusa de egoísta y poco solidaria, pero se trata de una afirmación muy lejana a la realidad. Nada hay más social que una sociedad próspera. Y no hay mejor forma conocida de progresar que la economía de libre mercado.

Con posterioridad al acto pude charlar brevemente con Daniel y se me quedó grabada una reflexión en referencia al periodo de Margaret Thatcher como Primer Ministro del Reino Unido. Su mayor activo no habrían sido sus acertadas estrategias, que sacaron al país de una profunda crisis, sino su capacidad para influir en la sociedad y en la política, cambiando el foco del debate.

Así, en el Reino Unido durante los debates en campaña electoral todos los partidos compiten por ser el campeón de la prudencia en la gestión de los fondos públicos. Han asimilado que no se puede gastar más de lo que se ingresa so pena de situar al Estado en una grave situación en el largo plazo.

La novelista Taylor Caldwell, en su novela "La columna de hierro" ponía en boca de Cícero la siguiente reflexión: "El presupuesto debería equilibrarse, el Tesoro reponerse, la deuda pública verse reducida, la arrogancia de los burócratas atemperada y controlada, y la financiación a tierras extranjeras eliminada, para que Roma no caiga en bancarrota. La gente debe aprender de nuevo a trabajar, en lugar de vivir de la asistencia pública".

Una familia o una empresa debe controlar sus gastos si desea sobrevivir, y esta filosofía también es extrapolable a la Administración. Los partidarios del gasto público suelen alegar que no es lo mismo gestionar una economía doméstica o empresarial que la pública. Pero, como bien decía Adam Smith, "lo que es prudencia en el gobierno de una familia particular, raras veces deja de serlo en la conducta de un gran reino".

Es necesario comprender que el Estado no dispone de recursos propios, sino de aquellos que la sociedad le otorga. Ludwig Von Mises explicaba muy bien cuáles son las fuentes básicas de financiación pública: los impuestos, la deuda (que eventualmente habrá que pagar y que, aunque se renueve indefinidamente, genera cuando menos unos intereses a afrontar periódicamente) y la inflación (impuesto encubierto).

No obstante, los colectivistas de toda condición, desean ampliar el presupuesto tanto como sea posible. El asistencialismo crea dependencia, la dependencia clientelismo y éste es el mejor aliado del gobernante. Andalucía es un claro ejemplo de ello y, por desgracia, Asturias no le va la zaga.

Pero si queremos que nuestra región afronte con garantías de éxito los desafíos del siglo XXI debemos apostar por un cambio de mentalidad. Olvidar las prebendas, el capitalismo de amiguetes, el subsidio y la dependencia de papá Estado.

Y asumir las riendas de nuestro propio destino, apoyados en la libertad individual y la responsabilidad que inevitablemente lleva aparejada. Volver a poner de moda valores como el esfuerzo, la meritocracia, el ahorro, el imperio de la ley, el respeto por la propiedad privada y la ética de no vivir a costa de los demás.

Esta es la verdadera revolución que debemos abrazar. Lo realmente rompedor es dar oportunidades a la gente para que se eduque, trabaje y muestre sus activos aportando su generación de riqueza al conjunto de la sociedad. Sin barreras, sin oligopolios, sin el control de unos pocos. En resumen, el espíritu liberal con mayúsculas que ha llevado a la humanidad a sus más altas cotas de bienestar.

Conozco a muchos asturianos, exiliados forzosos, brillantísimos profesionales, muy identificados con las tradiciones de esta tierra. Regresan siempre que pueden y lamentan el conformismo que perciben en nuestra sociedad.

Necesitamos un nuevo impulso que evite que las siguientes generaciones de asturianos continúen este tradicional éxodo y se queden produciendo en Asturias.

El presente es digital y el futuro estará basado, sin duda, en las nuevas tecnologías y la innovación. Asturias debe resurgir y coger el tren de la prosperidad. No obstante, es ingenuo pensar que tanto los viejos partidos como los que se venden como nueva política (viejas y probadamente ineficaces ideas con un nuevo barniz), vayan a protagonizar una verdadera transformación social.

Los asturianos sin duda estamos capacitados pero, ¿queremos dar el paso?

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