Francisco L. Jiménez

Análisis | La difícil situación que atraviesa la flota pesquera asturiana

Francisco L. Jiménez

Las Islas Feroe ganan por goleada

Nueve goles le endosó la selección sspañola de fútbol a la de las Islas Feroe cuando el bombo de la FIFA las cruzó en la fase previa del Mundial de Francia 1998; tres de los goles se marcaron en el estadio gijonés de El Molinón, obra de los asturianos Luis Enrique (por partida doble) y Oli, y los otros seis en el estadio Svangaskaro de Toftir, una localidad que, como la mayoría del territorio autónomo de las Islas Feroe, vive de la pesca. Tan claro está que el recurso pesquero es la gran industria nacional que la flota feroesa tiene la friolera de 1.200 buques, lo cual equivale a casi un barco por cada kilómetro cuadrado de superficie insular; sería como si Asturias tuviese una flota de más de 9.000 embarcaciones, cuando en realidad apenas llega a los 250.

Si la "paliza" de España a las Islas Feroes entraba dentro de la lógica futbolística, lo que se escapa a la comprensión de las gentes asturianas de la mar, ahora que estamos inmersos en la costera de la caballa (xarda) en aguas del Cantábrico y que vuelven a arder las brasas del descontento por el reparto de esa pesquería, es la razón por la que cada barco feroés puede pescar 23 veces más toneladas de xarda que uno asturiano, habida cuenta además de los buques abanderados en esa remota región autónoma de Dinamarca son cinco veces más que los matriculados en puertos del Principado.

Los datos son elocuentes: España recibió para este año un cupo de xarda de 33.758 toneladas del que hay que descontar un 15 por ciento en concepto de multa por sobrepesca en campañas pasadas -Asturias se lleva apenas 1.200 toneladas de esa tarta- y las Islas Feroe podrán pescar 132.000 toneladas, la cuarta parte de todas las repartidas en el territorio de la unión económica y sin penalización alguna pese a que en el pasado también incurrió en sobrepesca.

La pregunta retumba en los muelles: ¿qué extraño mecanismo de reparto es ese que permite a un país que tiene poco más de 50.000 habitantes (como el concejo de Siero) hacer la cuarta parte de todas las capturas permitidas de una especie y condena a los pescadores de Cantábrico a ver pasar los peces por delante de sus narices sin poder echarles el anzuelo?

Más leña para alimentar el fuego de la polémica: según los cálculos de asociaciones gallegas de pescadores, la xarda que la Unión Europea permite pescar en sus aguas sólo cubre el 67 por ciento de la demanda del mercado, un porcentaje que en el caso de España cae hasta el 45 por ciento. Es decir, no hay cupo suficiente ni para abastecer la mitad de las necesidades y el que hay, al decir de los pescadores, no les da ni para cubrir gastos pues los barcos gastan el mismo gasóleo yendo a pescar cinco mil kilos que veinte mil.

El ejemplo de la xarda, una pesquería que en España se destina casi en su totalidad al consumo humano y que en muchos países del Norte de Europa sirve de materia prima para hacer harinas de pescado de uso en alimentación animal, ilustra el colapso y la ineficacia que caracteriza hoy, cuarante años después de su implantación, la Política Pesquera Comunitaria (PPC). La Comisión Europea, en tono rimbombante, anuncia del siguiente modo en su página web el objetivo de la PPC: "Garantizar que la pesca y la acuicultura sean sostenibles desde el punto de vista medioambiental, económico y social, y ofrezcan a los ciudadanos de la UE una fuente de alimentación buena para la salud. Su finalidad es dinamizar el sector pesquero y asegurar un nivel de vida justo para las comunidades pesqueras".

Las carcajadas que provoca semejante enunciado en Asturias se oyen desde Bustio a Figueras. Porque "de risa" se tildan los criterios de reparto de capturas, ésos que, volviendo a la xarda, asignan a un barco arrastrero asturiano 80.000 kilos para todo el año desde la aparente ignorancia de que en un solo día se pueden pescar 10.000 kilos "casi sin querer" y que el precio en la rula será, con mucha suerte, de un euro por kilo; es decir: 80.000 euros de ingresos en toda la costera, de donde hay que descontar el gasto en sueldos, seguros, víveres, mantenimiento y los 30.000 euros que puede costar llenar el depósito del barco. Yendo "por el libro", ganancia, poca. Otra cosa es que la picaresca -los pescadores prefieren hablar de "instinto de supervivencia"- esté a la orden del día y las capturas no declaradas sean "vox populi".

A ojos de los pescadores asturianos es de todo punto hipócrita invocar la "sostenibilidad" o la "cautela biológica" para limitar la pesquería de la xarda en aguas del Cantábrico cuando unos cuantos paralelos más arriba se abre la mano o se mira para otro lado para permitir a la flota de las Islas Feroe llenar sus buques de ese mismo pescado hasta que lo vierten por la borda. Una de tantas incongruencias de la PPC, como la concesión de ayudas económicas para el desguace de barcos previamente subvencionados en su construcción o la implantación de la prohibición de los descartes (capturas accidentales o indeseadas) sin previa planificación de su tratamiento en tierra y sin consideración al impacto económico que tal medida tendrá para la rentas de los pescadores.

Fruto de cuarenta años de afrentas pesqueras, la flota asturiana, en paralelo a las otras del Cantábrico, sucumbe por lógica economica: el número de barcos menguó de 400 a 250 en dos décadas, la mano de obra autóctona escasea y está envejecida porque la pesca ha dejado de ser atractiva a ojos de los jóvenes, las políticas que consienten la concentración de cupos en pocas manos amenazan con echar a pique la flota artesanal con base en los pequeños puertos asturianos y la competencia de las importaciones hunde los precios del pescado nacional impidiendo a los pescadores tener rendimientos que hagan viables las unidades pesqueras. Confianza en que este panorama cambie hay poca; como bromean en los muelles, "si esto fuera fútbol estaba hecho, pero es política y viendo la alineación de España no le metemos un gol ni al arco iris".

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