Alberto Menéndez

El laboratorio asturiano

Para quien siga con regularidad la política asturiana el comportamiento de ayer de Podemos en el Congreso no le habrá cogido de sorpresa. No por la negativa del partido morado a votar al socialista Pedro Sánchez, sino por su actitud, por las formas, por la manera en que se desenvolvió su líder, Pablo Iglesias. En nada se diferencia su proceder de los métodos de sus compañeros de partido asturianos.

Visto el Pleno de ayer del Congreso, es como si los podemistas hubieran utilizado la Junta General del Principado como un laboratorio para experimentar fórmulas de actuación a poner posteriormente en práctica en la Carrera de San Jerónimo. De ser así, que Pedro Sánchez se vaya olvidando de cualquier posible acercamiento al partido que lidera Pablo Iglesias. Ofrecimientos de negociación por su parte, buenas palabras, sí, pero nada más. En el momento en que algo pueda fructificar siempre hay un detalle, una declaración, que lo acaba estropeando. Un ejemplo, lo sucedido cuando el líder del PSOE aceptó el ofrecimiento del Rey de intentar formar Gobierno. Se abría una puerta a la esperanza, pero que quedó frustrada de forma inmediata cuando el propio Iglesias exigió la Vicepresidencia del Ejecutivo y una serie de ministerios para gente de su organización. Eso, sin haber hablado nada antes de programas de gobierno. ¿Es lógico empezar una negociación con estas exigencias?

Para Podemos-Asturias el gran rival político a batir es el PSOE. Al inicio de la legislatura autonómica aún lo disimulaban, pero a medida que pasa el tiempo hasta casi lo reconocen públicamente. Y en Madrid, por lo que se ve, sucede lo mismo. La andanada de ayer contra Felipe González, y su "pasado político manchado de cal viva", es toda una declaración de intenciones, como aquí lo fue la negativa a pactar con los socialistas en el Ayuntamiento gijonés porque argumentaban desde Xixón Sí Puede (la marca local de Podemos) que el PSOE de este municipio estaba salpicado por la corrupción de los sobrecostes de El Musel. Una disculpa como otra cualquiera (ya que no hay ningún dirigente socialista imputado) para facilitar que el partido de Álvarez-Cascos continuara ostentando el poder en Gijón.

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