Nazco, y mi padre va a hacer el registro del nacimiento: papeles.

La primera enfermedad infantil, me llevan al médico, auscultación, enfermera, ábrale un historial: papeles.

Preescolar, Educación Infantil, instituto: papeles.

Solicito el documento de identidad: papeles.

Voy al servicio militar: papeles.

Me matriculo en la Universidad: papeles.

Conozco a Rita y nos queremos casar: papeles. Me peleo con Rita y nos queremos divorciar: papeles.

En el trabajo, impresos de solicitud, formulario 048, apud acta, documento de revocación... papeles.

Por lo tanto, son necesarias esas filas de camiones, especie de procesionarias en ordenada columna, que continuamente transportan eucaliptos, alimento de la gran pota que cocina sin descanso la pasta de celulosa.

Hay gente que asegura, casi jura, que en pocos años todos estaremos leyendo de pantallas, tabletas y otros artilugios. Que al papel, sólo unos pocos, ya se le han acabado sus días, y que lo único que restará serán algunos libros, que, como curiosidad, serán excepcionalmente imprimidos para coleccionistas exquisitos.

Me pregunto cómo se las arreglarán entonces los que quieran mantener sus costumbres higiénicas (no a la japonesa); los padres o madres que precisen pañales para su bebé, o aquel que esté trabajando en la cocina y necesite de repente un algo ligero, secante y de uso rápido y desechable.

Por otro lado, y aun sonando a ridículo, ¿no cabe dentro de lo posible que, a pesar de las campañas antitabaco, continúen existiendo por algún tiempo los fumadores de tabaco liado?

Algunos prometen que ha llegado la hora del mundo digital.

Algunos prometen que el papel está a punto de morir.

¿No estarán perdiendo un poco los papeles?

Nadie promete tanto como quien no va a cumplir, dijo Quevedo.