Catedrático de Química Analítica

Una Universidad emprendedora

La necesidad de convertir el conocimiento en patentes y empresas

Me he formado y he crecido en una Universidad que se apoyaba en dos columnas, la docencia y la investigación. Sin duda, cuando yo finalizaba mis estudios de licenciatura en Química, aquella Universidad daba mucha más importancia al aspecto docente que al investigador. Pero aquella situación fue cambiando paulatinamente debido al fomento por parte del Estado español de la investigación y hoy tenemos que ser realistas, en general pesa más el tiempo que el profesorado invierte en tareas de investigación que en tareas docentes.

Esta carrera hacia la ampliación del conocimiento ha situado a España en el décimo puesto en producción científica a nivel mundial, pero si nos fijamos en el lugar que nuestro país ocupa en competitividad, ahí nos situamos en la posición 36. ¿Cómo es posible que en producción científica estemos en el décimo puesto, y en el 36 a nivel de competitividad?

Yo creo que es porque no hemos sabido acompasar el número de publicaciones en revistas científicas con la aplicabilidad del conocimiento generado en la investigación. Y... ¿por qué? Pues porque no se nos ha estimulado a ir en esa dirección. Pero si tenemos la posibilidad de generar conocimiento tenemos en potencia una enorme posibilidad de crecer en competitividad.

Hace ya catorce años que me he dado cuenta de esta posibilidad y a pesar de no estar de moda, comencé a darle un enfoque cada vez más aplicado a mis investigaciones con la finalidad de poder contribuir aquí, en mi Asturias, a crear riqueza y empleo basado en el conocimiento. A partir de ese momento, parte de ese "know how" que se iba generando, se patentaba primero y se publicaba después.

De esta manera surgió en mi grupo el emprendimiento, y este nace cuando los investigadores que diriges, también se dan cuenta de que, ese nuevo conocimiento puede tener un interés comercial, y por tanto la posibilidad de crear empresas.

Así, de una manera natural, esa Universidad en la que me inicié, apoyada en la docencia y en la investigación, estaba dando a luz a una nueva Universidad que cada vez más se apoyaba en la docencia, en la investigación y en el emprendimiento.

Hoy ya no concibo mi Universidad sin esa tercera columna que es el emprendimiento y que se une a la de la investigación y a la de la docencia de una forma armónica y natural.

Sé que esta filosofía de universidad, que en absoluto es nueva, sino que es la misma que subyace en las universidades más prestigiosas del mundo, aquí es muchas veces incomprendida, pero puedo asegurar que no hay mayor satisfacción para un científico que observar cómo la sociedad utiliza los productos que uno ha contribuido a crear, que no hay mayor satisfacción que contribuir a la creación de una empresa donde vas a poder emplear a tus alumnos y que, desde luego, no hay mayor satisfacción que ver cómo esas empresas inicialmente con tu consejo y después por su propia dinámica, constituyen un ente vivo que ha salido de tus manos.

Hoy más que nunca, Asturias necesita de esa Universidad que además de ser y por ser puntera en investigación, convierta ese conocimiento en riqueza y empleo.

Hace ya algunos años, les comentaba a mis vicerrectores de investigación que una empresa salida de la Universidad de Oviedo, si tenía éxito, podría contribuir a dar más fama a nuestra Universidad que 400 años de historia y que ayudaría a poner a esta Universidad, a Oviedo y a Asturias en un lugar de referencia. Pues bien, hace dos años, una de mis mejores colaboradoras, hizo una estancia en Harvard, en los laboratorios del "Premio Príncipe de Asturias", G. Whitesides. Cuando entró por primera vez en su laboratorio le faltó tiempo para escribirme un email en el que me comentaba que lo primero que vio fueron productos de una empresa salida de nuestro laboratorio.

He cometido "la imprudencia" de emprender en cuatro ocasiones. Si yo lo he hecho en condiciones nada favorables y ese emprendimiento se ha visto coronado por el éxito, si se fomentara y ayudara al emprendimiento, esta Universidad podría alcanzar mayor prestigio, ya que soy consciente de la gran capacidad de generar conocimiento que poseen los investigadores de nuestra Universidad.

Asturias, si de verdad quiere crecer, tiene que apoyarse en el conocimiento, tiene que crear empresas desde el conocimiento y la Universidad de Oviedo tiene que ser el motor que dinamice esta autonomía, porque una buena parte de ese conocimiento está en nuestra Universidad. Apostar por una Universidad emprendedora es poner un pie en el futuro, ya que nuestros jóvenes son creativos y emprendedores, mi grupo de investigación da fe de ello.

No quisiera terminar este artículo sin expresar mi firme convicción de que el emprendimiento es algo completamente transversal, no se emprende porque uno sea médico, químico, físico, economista..., se emprende porque esa propiedad es inherente a la persona. Algo que me preocupa especialmente es que, según recogen algunas encuestas, casi el 70% de nuestros egresados a día de hoy quiere ser funcionario. Esta tendencia que, sinceramente, creo que sigue creciendo, es necesario invertirla y eso se debe favorecer desde la Universidad. Por eso afirmo con rotundidad que una Universidad emprendedora aquí y ahora es necesaria si queremos que alcance mayor prestigio, y si queremos cuidar a nuestros jóvenes que son los pilares del futuro de nuestra sociedad.

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