Catedrático de Psicometría

Proyectando la Universidad del futuro

Propuestas para convertirse en referente académico internacional centradas en el capital humano

La Universidad de Oviedo lleva más de cuatrocientos años ejerciendo su magisterio, pocas instituciones asturianas, si es que hay alguna, pueden exhibir esa solera. El éxito de esta larga historia se asienta sobre la importancia de su misión para la sociedad, y sobre la flexibilidad y capacidad de adaptarse a los cambios. ¿Cómo tenemos que orientar nuestra querida Universidad para que continúe otros tantos años? ¿Hacia dónde ponemos la proa? Es lo primero que hay que tener claro, pues como bien nos enseñó Séneca, nunca soplan vientos favorables para quienes no saben a qué puerto se dirigen.

La estación término a la que se dirige nuestra universidad está clara: ser una de las mejores universidades españolas, competitiva a nivel internacional. Así de simple, fácil de enunciar y complejo de alcanzar, pero hay que intentarlo con fuerza, ilusión y optimismo, no queda otra, la sociedad asturiana lo demanda y se lo merece. Ahora bien, ¿qué es una buena universidad? Podrían escribirse tratados para responder a esta pregunta, y hay opiniones y matices muy variados, pero en esencia las mejores universidades del mundo a las que aspiramos a unirnos hacen bien tres cosas: imparten una docencia de calidad, llevan a cabo una investigación rigurosa y realizan una gestión eficaz. Y esos tres objetivos puede conseguirlos perfectamente nuestra universidad.

Primero, no partimos de cero, en una clasificación reciente nos situamos en el puesto 14 de las 48 universidades públicas españolas, y segundo, contamos con unos dos mil profesores altamente cualificados en docencia e investigación, mil personas de administración y servicios con alto nivel profesional, y veintidós mil alumnos dispuestos a formarse con vistas al futuro. Tenemos los ingredientes adecuados, no podemos fallar con la receta para combinarlos con éxito.

Cara al futuro el reto es ser capaces de formar a los estudiantes para ejercer trabajos que aún ni existen, como señala el profesor Marina, tienen que estar preparados para moverse en un contexto VICA: volátil, incierto, complejo y ambiguo. Ya no valen los modos antiguos, ni en los planteamientos ni en la tecnología educativa. En palabras del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz vivimos en la sociedad del aprendizaje, los avances se suceden con rapidez y es necesaria una formación continuada para no quedarse atrás.

A los conocimientos académicos y científicos es necesario añadir otras competencias personales que ayuden a nuestros estudiantes a ser exitosos en el mundo profesional, tales como responsabilidad, iniciativa, tenacidad, creatividad y seguridad en sí mismos. Y en el ámbito de las habilidades sociales las empresas reclaman capacidad de trabajar en equipo, adaptación a los cambios, ganas de seguir aprendiendo, capacidad de comunicación y espíritu de superación.

En esta misión formativa merece mención especial el papel que juega nuestro personal de administración y servicios, pues está en la base del funcionamiento eficiente de la universidad. Se trata de un colectivo compuesto por personas altamente cualificadas en las distintas funciones y tareas necesarias para que la docencia y la investigación salgan adelante día a día, y constituyen esa parte a veces poco visible y abnegada que hace posible el funcionamiento eficaz de la universidad.

En definitiva, si ya en general es verdad que el capital más importante de una empresa es el humano, en el caso de la universidad es aún más cierto. Es clave, por tanto, generar una dinámica positiva en la que todos nos impliquemos para mejorarla, pues si no se consigue, cualquier otra medida, por bienintencionada que sea, no será eficaz. Ese será el primer reto, implicar de verdad al profesorado, al personal de administración y servicios y al alumnado en la idea de dar un fuerte impulso a la universidad, todos hacemos universidad.

He ahí el reto, no hay recetas mágicas, como no las hay para nada, pero se pueden llevar a cabo muchas acciones y proyectos para que todos nos impliquemos convencidos de que se puede vencer el fantasma del derrotismo que recorre nuestra sociedad.

Nadie tiene la razón en exclusiva, y la inteligencia es el bien mejor repartido del mundo, hay que escuchar, dialogar, ser receptivo con todos los miembros de la universidad, profesorado, alumnado y personal de la administración, todos tienen que ser tratados con justicia y equidad, para sentirse parte de un proyecto común, pues la universidad la hacemos entre todos.

En suma, todos tenemos que sentirnos parte de un equipo, con el objetivo claro de llevar nuestra universidad a los puestos de excelencia que la sociedad asturiana nos demanda. No tengo ninguna duda de que lo podemos conseguir perfectamente, lo cual nos dará la fuerza moral y respaldo para solicitar una financiación acorde con las exigencias de calidad alcanzadas.

La sociedad asturiana tiene que ser consciente de que financiar las enseñanzas universitarias es la mejor inversión que puede hacer en el futuro, estimándose que cada euro invertido en la universidad tiene un retorno de tres o cuatro.

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