El pasado día 20 de marzo despedimos a Ramón, un gran hombre y alcalde ejemplar. Representa una raza de políticos de los que ya no quedan, donde el trabajo bien hecho y el servicio a sus vecinos marcaron su gestión durante sus treinta y cinco años de mandato. Ramón era alcalde veinticuatro horas al día trescientos sesenta y cinco días al año. A cualquier hora que un vecino se presentase en su casa o en su oficina del Ayuntamiento, él siempre tenía la mejor de sus sonrisas y la más amable de sus palabras para atenderlo.

Desde el más humilde de los habitantes de Villayón hasta el más importante de los ministros era atendido con la misma dedicación y el mismo esmero por nuestro regidor.

El sábado, mientras acompañaba a sus familiares en el tanatorio, un buen amigo me dijo que todos quedábamos un poco huérfanos con su marcha, suscribo por completo sus palabras. Todos los que vivimos en Villayón quedamos un poco huérfanos, yo así lo siento, porque en mi caso particular, además de perder un regidor ejemplar, he perdido un familiar muy querido y un amigo muy apreciado, con el que he compartido momentos muy duros para él, a veces, demasiado para cualquier persona, así como muy alegres también, como, por ejemplo, su última victoria electoral, récord histórico de votos para cualquier alcalde que se precie, y límite muy difícil de alcanzar en las urnas, que pocas veces se ha alcanzado y que será casi imposible repetir. Muy pocos alcaldes igualan a Ramón en número de mayorías absolutas y en número de años al servicio de sus vecinos.

Desde aquí, vaya mi más humilde homenaje y mi recuerdo más emocionado hacia un hombre muy grande en todas sus facetas, que deja un vacío enorme en las vidas de los que tuvimos la suerte de ser familiares y amigos suyos a la vez. Muy alto deja el listón como persona y como alcalde. Mi más sincero abrazo y mi mayor cariño para sus familiares y amigos, especialmente para Eva, María, Rosana y sus nietas Carlota y Valeria, a las cuales adoraba.