Ortega y Gasset afirmaba que el sentido de la vida de vanguardia que iba cobrando importancia era la jovialidad, el culto al deporte y la vocación de aventura. En propiedad, su filosofía se dio en llamar raciovitalismo. Personalmente, siempre me ha fascinado la figura del desprejuiciado "flaneur", notario de estados de opinión, espíritus de época y atmósferas sociales. Hoy priman las angustias flotantes, el pensamiento cuasimágico, un sistema frivolón de creencias muy frágiles, infantiles, inmaduras, producto de la emulación de pretendidas "clases ociosas", lo expresivo psicologista, ecológico-romanticoide y la búsqueda de la armonía universal, un irenismo a lo "Imagine" de John Lennon: un crisol planetario de postal bajo el bellísimo paraguas de una imposible paz perpetua kantiana. Un sistema mundo, en realidad regido por la rapacidad. La atomización de la denominada "izquierda" prometeica, surgida de pedagogos, minas, fábricas y talleres, aunque con antecedentes clásicos en las revueltas de esclavos de la antigüedad y el inconformismo cristiano, lleva a todo tipo de luchas parciales e inconexas, que favorecen también el individualismo desclasado y estéril insolidario, a la cerrazón y falta de comunión social y empatía con el vecino, que podría ser muy afín, incluso una ignota alma gemela. Cada tiempo genera sus valores dominantes, frutos valiosos, virus y anticuerpos. Se estimula lo plebeyo, pero crecen las brechas sociales. Son muy positivos el acceso ingente a una información global que hay que cribar, el constitucional libre desarrollo de la personalidad, la posibilidad de crítica y libre expresión, los logros -en crisis- del humanitarismo en los campos biomédicos públicos y universalizados, que han elevado tanto la esperanza de vida y el bienestar, el arraigo de una conciencia vigilante democrática. Lo peor serían los malestares psicológicos a causa de presiones culturales o modas, el abandono de ancianos y "descartados", la pérdida del valor "trabajo" frente a la robotización, las deslocalizaciones, el precariado. La implacable complejidad de las exigencias de la productividad deja un 25 por ciento de marginados, la visión poliédrica de un mundo interconectado "Matrix" conduce a nuevas cavernas y extravíos, a inacciones, falta de ejercicio de la voluntad, a la prevalencia de supersticiones asombrosas en una sociedad cada vez más sofisticada y tecnificada; a la proyección de nuestros miedos colectivos en invasiones de inmigrantes o refugiados, en el gran Satán o adversario de nuestro orden de buen pasar: los absurdos actos terroristas, kamikazes y liberticidas.