En la vida se pueden ser muchas cosas. Ser torero está, a juicio de este modesto contemplador de la realidad, en el escalafón más bajo de la larga lista de profesiones, aficiones u oficios posibles.

Los bomberos de Asturias deben de pensar algo parecido a tenor del cartel de "fiesta" que se publicita en redes sociales. Los toros los ponen ellos (más aún, los toros -dicho con todos los respetos- son ellos). El mano a mano tiene además dos protagonistas vestidos de luces: Rafaelito de la Toga es Rafael Abril, el director general de Justicia e Interior que les mete caña, a veces muy a destiempo, dicen. Abril aparece estoque en ristre, con evidentes malas intenciones.

La gran figura de la tarde, no obstante, es Finito de la Junta, el consejero de Presidencia Guillermo Martínez, blanco preferido de las críticas del colectivo. La pedrería taurina con la que le pintan pega escasamente con el personaje. La verdad sea dicha.

La "corrida" será el próximo jueves a una hora más política que torera: diez y media de la mañana. Es día de Pleno en la Junta General del Principado. La performance de los bomberos-toros quemados por los toreros-políticos tendrá lugar frente al Parlamento asturiano, al que muchas veces se tildó de circo, pero nunca de albero.

La ganadería -apuntan los bomberos- es el Servicio de Emergencias del Principado de Asturias. Algún espectador el jueves tendrá ocasión de decir aquello de "¡vaya ganao!", antecedente inmediato y sureño del "¡vaya tropa!" y más o menos contemporáneo del "¡vaya banda!".

¿Se cortarán orejas? ¿Alguien perderá el rabo? ¿Llegará la sangre al río Nora? La solución, el jueves de mañanina. Haya salud.