Presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJA

Servidor del Derecho, ilustre jurista

Un enamorado de Oviedo que renunció a culminar su carrera en el Supremo

Nos ha dejado un hombre que entregó su vida profesional a la apasionante labor de aplicar, enseñar y defender el derecho como instrumento de convivencia. Eduardo Gota Losada fue una de esas personas que vivieron momentos irrepetibles como fue la puesta en marcha de la jurisdicción contencioso-administrativa, a través de la cual se hacía efectiva en España la posibilidad de que un ciudadano pudiera demandar al poder público ante los jueces cuando este último se apartara de las previsiones legales. Gota perteneció a aquellas primeras promociones de magistrados especialistas de lo Contencioso-Administrativo que con tanto prestigio, por lo riguroso de su selección, formaron parte de las salas que se crearon en las entonces Audiencias Territoriales. Allí, primero como magistrado en 1962, y más tarde como presidente de la Sala durante más de veinte años, defendió la ley como marco al que han de supeditar sus actuaciones, no sólo los particulares, sino también las administraciones públicas. Su alta cualificación técnica y la calidad de sus resoluciones pronto le convirtieron en un referente a nivel nacional. Su vinculación y amor por la ciudad de Oviedo le llevó a unirse de por vida a ella, renunciado a culminar su carrera en el Tribunal Supremo, que desde mediados los años 70 ya le estaba pidiendo que se incorpora al mismo como lo habían hecho sus compañeros de promoción. Esa culminación la cambió por la de ser el primer presidente del Tribunal Superior de Justicia del Principado de Asturias, que se constituyó en mayo de 1989. Ese año tuve el placer de conocerle y frecuentarle con motivo de mi incorporación al Juzgado de Pravia, y sin duda fue uno de los que me animaron insistentemente a preparar las oposiciones de lo Contencioso-Administrativo. Siempre tenía una palabra de aliento y reconocimiento para los jueces, sobre todo para los que comenzábamos nuestra andadura. Como presidente del Alto Tribunal luchó por dotar a los jueces y magistrados de los medios adecuados, y entre otras cosas a él se debe, en muy gran parte, la construcción del actual Palacio de Justicia que alberga a la Audiencia Provincial y a la mayoría de los Juzgados. Desde su responsabilidad defendió con contundencia la independencia judicial, lo que le provocó no pocos enfrentamientos con quienes no dejan de pasar la ocasión para poner en tela de juicio tan principal principio de actuación de jueces y magistrados. Tuve el privilegio de presidir la Sala de lo Contencioso-Administrativo cuando no le dolieron prendas en incorporarse a la misma como magistrado emérito en el año 2000, lo que fue una muestra más de su amor por el Derecho. También dedicó gran parte de su vida a la enseñanza del Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho, donde generaciones de juristas conocieron a través de sus brillantes explicaciones en qué consistía y cómo funcionaba la justicia administrativa. Conocida era su amistad con el profesor Eduardo García de Enterría.

Como decía este último, no hay Derecho sin Juez, y desde luego no hubiera habido justicia administrativa en Asturias sin Eduardo Gota.

Dolor por esta pérdida y agradecimiento por su gran labor son los sentimientos que se imponen en toda la familia judicial asturiana, y que se unen a los que, sin duda alguna y en mucha mayor medida, sienten su esposa, hijos y nietos.

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