Manuel González Orviz, coordinador general de IU Asturias y candidato número tres de Unidos Podemos, da la espalda al cartel del bar ovetense la Nueva Calleja de la Ciega, donde la coalición de coaliciones celebró bien poca fiesta el pasado domingo. "No hablar alto". No afecta a la libertad de expresión, sino a su volumen.

En Asturias no se dieron a las voces, pero se oyó todo lo que había que oír de esa coalición que engarzó en Madrid -Alberto Garzón iba encantado al lado de Pablo Iglesias- y aquí se hizo sin química, poniendo a Sofía Fernández Castañón de primera en la lista; a Segundo González García, de segundo, y a Orviz en puesto de salida sólo si la suma hubiera multiplicado como sostenían los matrículas de honor de Políticas y suspensos en Aritmética. Ni de tercero lo querían los morados porque la lista debía ser de cremallera -chica, chico, chica, chico- y Podemos quería una mujer de IU, pero no un Orviz.

Gaspar Llamazares Trigo, diputado regional, que en su momento se enfrentó a Orviz por la coordinación regional (y perdió) tampoco era partidario de la coalición electoral y así lo dijo, pero, como hombre de partido y de coalición, proclamó que ya no estaba en la posición que había estado cuando Pablo Iglesias Turrión, coordinador general de los morados, confesó que era y se sentía socialdemócrata y que su comunismo era un pecado de juventud. No parece factible que Llamazares sea socialdemócrata a estas alturas, más cerca de que se le pase arroz que de que se le pase el acné.

La noche en que "la sonrisa de un país" perdió la sonrisa con la que iba a ganar, en la Nueva Calleja de la Ciega, la altura definía la coalición. Izquierda Unida estaba en la terraza de la planta baja y Podemos en la de arriba. Como en la lista.