Diputada del PSOE

La sonrisa de Rajoy

La reflexión de la cabeza de lista del PSOE por Asturias sobre los resultados electorales

El pasado 2 de marzo, Pedro Sánchez se presentó a la investidura en el Congreso de los Diputados con 131 votos -PSOE, Ciudadanos y Coalición Canaria-, un programa progresista de gobierno, una camisa blanca y una sonrisa. Ofreció la posibilidad de formar un gobierno reformista y de progreso, de iniciar una nueva etapa inspirada en las nuevas sensibilidades y demandas de la sociedad española, de presidir un gobierno tan plural como ese parlamento al que se dirigía. Pero Mariano Rajoy -el mismo que hoy nos pide a los socialistas que no impidamos su investidura por responsabilidad institucional- y Pablo Iglesias se encargaron de frustrarla con un no. Podían haberse abstenido para hacerlo posible, para investir a un presidente que había logrado más apoyos parlamentarios que cualquiera de ellos, pero dijeron que no. Ambos creían que unas nuevas elecciones les harían más fuertes y apostaron por ellas.

Cuatro meses después y otras elecciones de por medio, el PP solo puede estar satisfecho con aquella decisión: ha obtenido una amplia victoria, mejorando sus resultados polarizando y movilizando a su electorado. El partido de Iglesias, por el contrario, no ha conseguido el único objetivo que tiene planteado desde su constitución: superar primero electoralmente y luego liquidar al Partido Socialista Obrero Español. Nuevamente, y ya van unas cuantas veces en poco tiempo, han fracasado en ese triste empeño. No lo han conseguido ni aceptando como socios a los que hace solo unos meses llamaba tristes y cenizos, ni aliándose con Rajoy en enfocarnos como el enemigo, ni silenciando las voces internas que les pedían y piden un cambio de estrategia.

Los socialistas no podemos estar satisfechos con el resultado. Pese a ello, también estamos orgullosos de que los ciudadanos nos sigan viendo y votando como la única alternativa a los gobiernos del Partido Popular, pese al descomunal acoso político y mediático al que estamos sometidos. Uno de los más difíciles retos a los que nos enfrentamos los militantes y simpatizantes socialistas es a encender la televisión o la radio y encontrar una cadena donde, en ese instante, no se esté insultando, caricaturizando o directamente calumniando a algún socialista. Pese a todo, hemos resistido hasta donde parecía que solo nosotros confiábamos en que lo haríamos.

La perdedora indiscutible de estas elecciones ha sido Unidos Podemos, que ha recibido más de un millón de votos menos que hace seis meses, en un contexto electoral creado y buscado por ellos mismos. Si hay una gran derrotada en estas elecciones es la idea fundacional de Podemos de que nuestra democracia es la creación de unas élites al margen de los deseos de la ciudadanía, su continua impugnación de la legitimidad del actual sistema político de convivencia. Los ciudadanos han reforzado esa legitimidad dando la espalda a los que hasta hace dos días cuestionaban nuestra pertenencia a la Unión Europea y al euro, a los que pretenden ahora abrir la puerta de la independencia a cualquier territorio que lo pida, a los que desean dirigir las decisiones de los jueces desde un ministerio, a los que siembran dudas sobre el cumplimiento de nuestros compromisos internacionales. La ciudadanía está agotada de corrupción, harta de recortes en educación y sanidad, atemorizada por la degradación del empleo, frustrada por la pérdida de derechos y garantías, pero está mayoritariamente orgullosa del marco de convivencia que hemos alcanzado, mejorable pero reconocido como el mayor periodo de libertades y bienestar que hemos disfrutado los españoles, pese a que algunos pretendan presentarlo como el peor de los infiernos.

Las coincidencias sobre lo elemental no pueden ocultar que en el modelo de sociedad nos separa un abismo del Partido Popular, tan grande que hace simplemente repugnante, la idea de un gobierno en gran coalición como el alemán. Los votantes socialistas pueden estar seguros de que sus votos van a servir para aprobar leyes progresistas, para impulsar medidas de regeneración, para reconquistar derechos sociales. Lo positivo de un parlamento tan fragmentado es que determina y controla la acción de gobierno y no a la inversa. A Mariano Rajoy le toca buscar los socios de gobierno en otra parte, que no cuente con los socialistas. A nosotros nos toca usar nuestra fuerza decisiva en el Congreso para quitarle a Rajoy, día a día, ley a ley, comisión a comisión, acuerdo tras acuerdo, esa sonrisa que otros, que decían quererla para un país, han terminado por regalarle.

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