Cuando quien debe poner solución a un problema dice que no lo hay, el problema está resuelto ¡para él! Pero preocupantemente remediable con semejante mandatario.

La sanidad pública, señor consejero de Sanidad, funciona a las mil maravillas para ustedes, para los clientes de las privadas, los profesionales y sus enchufados; nada de listas de espera, todo por la puerta grande y de inmediato. Pero para el resto de mortales es un laberinto de esperas interminables para consultas, pruebas, ingresos y operaciones. Sólo la incertidumbre, el desasosiego y las preocupaciones que a estos enfermos y familiares les hacen sufrir sería delito si pudiendo mejorar la situación para ellos, ustedes se dedicaran a tapar sus vergüenzas e ineptitudes.

No hace falta recordar las esperas para ciertas pruebas que son necesarias para detectar un mal a tiempo; si éstas son de meses, ¿quién repara el daño a veces irremediable por destiempo a ese mortal anticipado? Para ustedes, los pacientes llegan a ser simples números, y no vengan ahora los enchufados de turno a defender lo indefendible, que si ellos fueron tratados rápido y correctamente. ¡Claro, así es! Ustedes ¡sí! Y lo de correctamente es lo que faltaba, que después de llegar tarde, mal y nunca al hospital, cuando estés allí te tratarán de diferente manera a la correcta.

Sólo espero que los pacientes sean conscientes de que la sanidad pública es de ellos, no de los empleados y profesionales, que están a nuestro servicio. Ellos se creen que es su cortijo privado, pero no. A los buenos profesionales hay que pagarles un buen salario, al resto hay que denunciarlos y echarlos; esperan miles en la cola del paro para sentirse realizados para lo que se prepararon.