Se cumplió lo imprevisible. Mariano Rajoy sigue en la carrera por intentar ser investido presidente del Gobierno. No hubo rechazo, pero tampoco hubo aceptación explícita. Sí, el líder del PP negociará con el resto de los partidos en búsqueda de los apoyos necesarios para seguir siendo el jefe del Ejecutivo. Pero si no los logra renunciará a acudir al debate de investidura. Lo dejó muy claro: no irá al Congreso para perder.
Es decir, que estamos como estábamos antes de que el Rey se reuniera con los portavoces de los diferentes partidos con representación parlamentaria. El balón continúa en el tejado de los socialistas. Sin su voto o sin su abstención Rajoy siempre contará con más sufragios en contra que a favor en el Parlamento, incluso aunque pactase con los nacionalistas vascos y canarios (con el resto de partidos ya dejó bien claro que ni lo intentará). Aunque también es cierto que no es lo mismo presentarse ante el pleno con el respaldo de más de 170 diputados que con sólo los 137 de su grupo. Lo lógico, por lo tanto, es que el líder del PP se centre en negociar con Ciudadanos (sobre todo), el PNV y Coalición Canaria acuerdos con los que poder romper el actual aislamiento popular a la vez que le sirvan para ejercer presión sobre los socialistas y que éstos finalmente acepten, "como mal menor", un Gobierno de Rajoy.
Si algo ha demostrado el político gallego a lo largo de sus años en política (que son muchos) es su capacidad de aguante, su resistencia. Estamos en tiempos de maduración; es necesario esperar. Que luego le salga bien o mal ya se verá.
Eso sí, qué bien le hubiera venido al máximo responsable del PP el sistema asturiano de elección del presidente. En la Junta General no se puede votar no a un candidato, lo que facilita la elección del partido más votado. Lo recordaba ayer la presidenta regional de los populares, Mercedes Fernández, aunque, eso sí, en otras ocasiones, cuando el beneficiado era otro partido, no le parecía tan bien al PP.
