Hay una heladería en Luanco conocida por la salsa de sus perritos calientes, la Blair's ultra death sauce o Salsa de la muerte de Blair; 800 veces más picante que una guindilla. La más picante del mundo. Sabes que no te conviene; sabes que las consecuencias son nefastas... pero nada evitará que la pidas. El picante ejerce una atracción irresistible. Hoy se inicia una investidura fallida, la segunda en seis meses. Son las investiduras de salsa Blair: tras el mordisco inicial? un teatro que provoca malestar. Si financiamos con nuestros impuestos, cada proceso electoral y, por ende, sus juegos, es normal que Pedro y Mariano no duden en seguir echándonos picante. Veamos a qué juega cada uno.

El presidente en funciones espera fallar (como Sánchez en marzo) para, si le va bien en las elecciones vascas y gallegas, aumentar la presión. No tiene "plan b": espera que el líder del PSOE se cueza y aparezca como culpable de la repetición electoral. Mientras, Rajoy lidera una presunta trama mafiosa que intercambió sobres por concesiones millonarias, como declaró un empresario de la variante de Pajares. Por estos motivos, el gallego no puede abandonar la presidencia. Ni dejar que gobierne otro partido ni nombrar sustituto. En Oviedo, tras dejar la Alcaldía, Caunedo fue imputado porque Somos levantó las alfombras. ¿Se imaginan la basura escondida en Moncloa? ¿Rajoy sería Caunedo?

Pedro Sánchez plantea tres opciones incompatibles: se opone a un gobierno de los populares, pero rechaza encabezar el cambio o nuevas elecciones. ¿Quo vadis, Pedro? Es parte de sus juegos. No tiene incentivos para el desbloqueo. Nadie le garantiza la continuidad porque Susana Díaz lo aupó interinamente mientras preparaba su asalto, y haga lo que haga pedirán su cabeza. Por eso no se mueve. En la práctica, Sánchez sólo puede formar gobierno de dos maneras, y ambas incluyen a Podemos, sí o sí. En la primera, necesita al PNV y a los partidos catalanes y, por tanto, un referéndum. ¿Se imaginan la cara del PSOE andaluz? En la segunda, requiere de Ciudadanos. Hagamos memoria: C's pedía el 20-D que gobernase la fuerza más votada (el PP). Tras San Valentín bailaron con el PSOE, pero el 26-J se enamoraron del PP. ¿Es viable un last dance con los socialistas? Sólo si quieren pasar de bisagras a partido kleenex, de usar y tirar por PSOE y PP según sus resfriados. Por eso crecen las voces en Ferraz para que gobierne el PP. Lo pide Javier Fernández, que gana aire con Rajoy en Moncloa. A partir de ahí, quid pro quo: presupuestos autonómicos pactados con el PP, presupuestos estatales con el PSOE. La gran coalición de la inacción, la del alivio de Villa y Bárcenas. ¡Triple picante!

¡Ay, Ciudadanos! El pacto anticorrupción Rivera-Rajoy es una de las mayores ignominias de nuestra democracia. ¿Malversación o prevaricación no son corrupción? Si un alcalde concede una licencia para que un amigo suyo construya un hotel en un terreno no edificable y se forran su amigo y los familiares del alcalde, ¿no es corrupción? Si planificas los sobrecostes del Musel antes de la obra, aumentando en 200 millones el gasto, ¿tampoco? No hay mayor decepción que quien clamaba regeneración y sólo esconde los trapos sucios del PP. Ana Taboada cedió el paso generosamente a una fuerza menos votada, superando los bloqueos de la FSA, para echar al exalcalde del PP, y Ciudadanos indulta de una tacada a Chaves y Caunedo, echando salsa de la muerte a sus votantes.

Mientras los diputados (muchos, designados sin primarias) reciban indemnizaciones sin trabajar y los partidos cobren subvenciones en cada elección, repetirlas será un negocio. Cuando la fiesta la pague cada partido (como sólo hizo Podemos Asturies el 26-J), sabrán que no hay salsa de Blair sin dolor de estómago. Y es que los perritos calientes de Luanco pueden abrasarte la garganta, pero, tarde o temprano, se te pasa.

En esta investidura alguien abrasará sus expectativas políticas, quizá para siempre. ¿Será el tranquilo Rajoy, el asfixiado Pedro o el servicial Alberto? Pronto lo veremos, pero una cosa está clara. Si nos llevan a nuevas elecciones, la fórmula para ganarlas no pasa por una sopa de siglas que piense en el Congreso, sino por un proceso desde abajo que piense en Asturies.