Más allá de las acepciones con que la RAE define la palabra chiringuito, con relativa frecuencia, en la jerigonza política, se alude por medio de ese término a algunos organismos públicos cuya razón de ser, a juicio de quienes así los denominan, no está plenamente justificada por no resultar eficaces para satisfacer el fin para el que fueron creados, de tal manera que, en base al juicio de los mismos, su fin último no va más allá de servir como órgano de colocación de correligionarios a los que agradecer ciertos servicios prestados o para los que no se encuentra acomodo mejor.

Tómeseme como incauto, pero mi convencimiento es que la existencia de chiringuitos, según esa nueva acepción, no es real, al menos no en los muy exagerados términos con los que se pretende denunciar su existencia. Pero alguno hay, claro que hay. Y a alguno voy a referirme. Y lo haré con conocimiento de causa porque sufrí en carne propia alguno de sus desatinos que quizá no venga a cuento comentar (o sí).

En días pasados, los medios de comunicación se hacían eco de un informe emitido por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) oponiéndose a una iniciativa que el Gobierno asturiano pretende poner en marcha a fin de impedir el establecimiento en el Principado de gasolineras automáticas, aquellas que no cuentan con empleados, argumentando, para justificar su esperpéntica oposición, la sacrosanta defensa del consumidor que el organismo tiene encomendada en base a que, con este tipo de estaciones de servicio, se producirá un aumento de la competencia y, por tanto, una caída de los precios de los combustibles, que, a juicio de la patronal de las gasolineras automáticas, encantada, cómo no, con el informe de la CNMC, podría estimarse en 15 céntimos por litro.

Y si ése es todo el argumento, y lo único que prima es la competencia y la bajada del precio, ¿por qué no se permite la distribución y venta de dentaduras postizas de segunda o cuarta mano en puestos callejeros o de chicharros pescados en Pentecostés de 1927, o de latas conserva de puerros caducadas durante la desamortización de Mendizábal?, ¿no podría suponer ello una bajada de los precios? Estúdienlo. Porque nada se habla, como acertadamente denuncian algunos partidos y sindicatos, de la merma en la calidad de atención a los clientes que ello supondría, nada se habla sobre la pérdida de empleo que la proliferación de esas estaciones llevaría aparejada, como tampoco nada se dice de la seguridad que a todas luces se vería comprometida, ya que, de no ser así, todas las alertas que desde tiempo inmemorial llevamos viendo en las gasolineras en pos de nuestra seguridad, ¿eran pura falacia?, ¿es posible que todas las gasolineras del país se hubieran confabulado para tomarnos el tupé durante tanto tiempo y de manera tan inmisericorde?, porque si eran necesarias, ¿quién se encargará, en esas gasolineras sin personal, de advertir a aquellos que de manera negligente o con motivo de un olvido no apaguen las luces o el motor o a quienes utilicen el teléfono móvil durante el repostaje?, ¿no se pone en riesgo con ello la seguridad?

Y lo vodevilesco del asunto es que la CNMC, además de pretender boicotear con su oposición la iniciativa del Gobierno asturiano, argumenta que todo ello se hace ¡¡para velar por nuestro interés y nuestro beneficio!! ¿Pero quién les ha dicho a estos auténticos fenómenos que estamos dispuestos a que todo eso sea puesto en riesgo por un ahorro de 15 céntimos por litro?, ¿y si se diera el caso de que estuviéramos dispuestos a pagar esos 15 céntimos con el fin de no destruir empleos, de mantener nuestra seguridad y que nuestros mayores y discapacitados fueran adecuadamente atendidos?, ¿nos han preguntado? Y sin llegar a tanto, ¿y si se diera el caso de que estuviéramos dispuestos a pagar esos 15 céntimos con el loable fin de que al repostar en Tineo, en Lugones o en La Foz de Morcín, no nos dure el pestazo a gasoil en las manos hasta que llegamos a Guarromán (Jaén) a comprar unos hojaldres?

Sólo recomendaría a los señores que forman parte de ese organismo que antes de emitir pintorescos y extravagantes informes y de velar por nuestros intereses ocuparan su tiempo en actividades más inocuas, como apoyar de manera desmayada sus apolíneas y gráciles figuras respectivas en alguna valla circundante de obra pública y practicar allí el muy noble deporte de criticar con saña aspectos relacionados con su ejecución y el tiempo invertido en la misma, acompañando los comentarios realizados a los compañeros de punto de apoyo por una gestualidad displicente.

Para terminar, no estaría de más que amenizaran su página web insertando en ella la melodía de una archiconocida canción debida al inmarcesible genio de un prolífico cantautor galo afincado en España que cosechó en el pasado clamorosos éxitos en el panorama musical patrio. Quizás así estén más cerca de alcanzar la excelencia entre los chiringuitos. Con eso, unos refrescos de cola, unas cañas, calamares y oricios, niquelao.

Os lo digo yo. Soy un exdirector gerente del ERA y os conozco, bacalaos. Sé la leche que dais.