Discurso de agradecimiento por las medallas de Asturias | Consejero de Prensa Ibérica y de la empresa editora de LA NUEVA ESPAÑA

Un periódico al servicio de los asturianos

En nombre de todos los galardonados, gracias. Muchas gracias, Asturias, por estas medallas concedidas por el Gobierno del Principado que nos acaba de entregar su Presidente. Constituyen para nosotros el más alto honor y superan con mucho nuestros modestos méritos.

Cuando por fin me atrevo a repasar los nombres de los premiados en años anteriores no salgo de mi asombro. ¿Qué pinto yo aquí? Me lo pregunto por dos razones. Primero: Porque entiendo que el periodista no es noticia. Segundo: Porque los méritos que se me atribuyen son, en todo caso, compartidos con otros.

Entre la emoción y el desconcierto de hoy, me conforta sentirme arropado por la categoría de los demás premiados.

Aquí están las mujeres de la cooperativa de Tapia El Orrio dedicadas durante 25 años a las personas dependientes del medio rural.

La Fundación del Banco Sabadell con su apoyo al talento joven y a la extensión del conocimiento en la sociedad asturiana.

La asociación Aspace, volcada desde hace más de 50 años en la atención integral a los paralíticos cerebrales.

Campoastur, empeñada en un cooperativismo innovador para levantar el campo asturiano.

Laureano García Díaz, el guardián de la ruta jacobea, con su apasionada campaña para mejorar el Camino de Santiago a su paso por Asturias.

El pintor Alejandro Mieres subraya que todas estas valiosas aportaciones individuales, para ser coronadas por el éxito, "deben contar con el respaldo solidario del conjunto de la sociedad asturiana concienciada".

Vamos a hablar un poco de eso.

En las últimas cuatro décadas Asturias ha visto desmoronarse un sector público industrial que era uno de los grandes pilares de su economía. La gente abandona el campo porque las circunstancias no estimulan la explotación de su riqueza potencial. La crisis de 2008 ha dejado tocados muchos logros de los nuevos emprendedores. Lejos aún de una recuperación sólida se acerca un inquietante escenario de financiación de las autonomías.

En vísperas de la Transición decidí dedicarme al periodismo político para tratar de entender el papel de los partidos y los sindicatos en la democracia. ¡Cómo no recordar, precisamente en estos días, las acaloradas discusiones de entonces en la Junta del Principado que condujeron a impedir el voto negativo en la elección del Presidente de Asturias!

Fue una época apasionante.

Dirigí LA NUEVA ESPAÑA como periódico del Estado durante el año anterior a su privatización. Luego seguí como director o con otros cargos en Prensa Ibérica. Quienes me dieron su confianza no tuvieron en cuenta mi total falta de experiencia directiva. La pasión por mi trabajo, eso sí, no me abandonó nunca.

La transición de mayor alcance vivida por LA NUEVA ESPAÑA ha consistido en abordar el ejercicio del periodismo en democracia y pasar poco después al ámbito de la empresa privada.

La privatización del periódico en la Asturias de 1984 generó no pocas dudas sobre su futuro.

Se iniciaba una nueva etapa con unos editores jovencísimos, Javier Moll de Miguel y Arantza Sarasola, que habían debutado en esa función con "La Provincia" y "El Diario de Las Palmas" en Gran Canaria.

Su consejero delegado era Guillermo García-Alcalde, que volvía así a su casa para jugar un papel fundamental aquí y en Prensa Ibérica.

Un grupo de excelentes profesionales, de una categoría humana difícil de igualar, han buscado durante este tiempo el gen asturiano en cada noticia. Han sido unos adelantados en lo que ahora se conoce como periodismo ciudadano con unos lectores muy activos en la aportación, tan rica como estimulante, de nuevas pistas y enfoques originales. Han puesto en marcha iniciativas que cuentan con una generosa acogida del público. Como la elección de los asturianos del mes; el Club Prensa Asturiana, con varias sedes locales y decenas de miles de asistentes cada año; el Conceyu Abiertu itinerante o la Biblioteca Básica Asturiana, presente en tantos hogares de esta tierra.

El carácter local y regional de sus siete ediciones no ha oscurecido su vocación universal por ver el mundo con ojos asturianos. Numerosos premios han reconocido la trayectoria de este diario, cuyos récords de difusión y audiencia, sin parangón en comunidades bastante más pobladas, lo han elevado al octavo puesto en el ranking de toda España porque los asturianos así lo han querido.

Con sus aciertos y errores, esta obra coral no habría sido posible sin una empresa que fijara su meta y eligiera unos medios para alcanzarla. Había que hacer un periódico a la medida, y al servicio, de los asturianos. Con una regla de oro: la verdad posible en la información porque los hechos son sagrados. Y abrir de par en par las puertas a una opinión libre y plural para ayudar al lector a pensar por su cuenta. Es lo que ha hecho Editorial Prensa Ibérica, uno de los grandes grupos de comunicación de España, liderado por su Fundador, Presidente y Editor, Javier Moll de Miguel, quien me ha distinguido con su confianza durante 31 años. Como todos ustedes, hoy ha querido, lo mismo que Aitor Moll, consejero delegado del grupo, acompañarnos aquí.

La transición digital da quebraderos de cabeza a todos los medios y en muchos sectores. Pero la esencia del buen periodismo, contar a la gente lo que le ocurre a la gente, se mantiene en pleno vigor.

Con empresas serias y periodistas competentes para ayudar a crear un marco de igualdad de oportunidades entre ciudadanos bien informados, las soluciones más convenientes para la sociedad aparecerán más pronto que tarde.

En Bueño, un pequeño pueblo, pero "Pueblo ejemplar", por cierto, de aquí al lado, que antes estaba muy lejos de Oviedo, me llaman Pepín el de Pili y Pelayo, mis padres, a quienes debo la vida y las pautas que me dieron para caminar por ella.

Que aquel nenu que iba Fuso de la Reina o a La Manjoya a tomar el tren del Vasco, tirado por una renqueante máquina de vapor para venir a estudiar a la capital con un carnet kilométrico gratuito, porque su padre era ferroviario, reciba hoy este reconocimiento, sin duda muy exagerado, es algo que jamás pude soñar.

Decía el maestro Juan Ramón Pérez Las Clotas que un periodista vocacional no debería casarse porque el periodismo le absorbería la vida.

A veces mi mujer Amparo me reprocha que me he casado con el periodismo, pero me ha dado siempre, lo mismo que mis tres hijos, su apoyo y su cariño, especialmente en los momentos difíciles.

Ya termino. Nuestra patria querida, la Asturias de nuestros amores, ha ido perdiendo protagonismo en la España que a mí me ha tocado vivir.

La difícil encrucijada actual reclama, sobre todo, una educación a la altura de nuestro tiempo y un periodismo solvente para que los asturianos tomemos conciencia cierta de lo que nos pasa. Esa Asturias concienciada que reclama Alejandro Mieres tiene que ser el punto de partida hacia una sociedad más próspera y más justa. Entre cuyas prioridades no pueden faltar, en mi modesta opinión, la conservación de este pequeño paraíso natural y la puesta en valor, como se merece, de nuestro mejor patrimonio, del que podemos sentirnos muy orgullosos: la calidad humana y profesional de los asturianos.

Permítanme expresar mi más sincero dolor por la muerte ayer mismo de Ignacio Gracia Noriega, brillante, polémico y entrañable colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, así como por la de todos los que han contribuido a hacer grande este periódico y ya no están entre nosotros.

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