María José Iglesias

Análisis | El debate sobre la Unión

María José Iglesias

Más Europa ¿para qué?

La pregunta del millón que titula este análisis se la hacía ayer por la mañana un parroquiano en un bar ovetense mientras el luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, esbozaba ante el Parlamento europeo sus planes para relanzar la Unión Europea, menos unida que nunca, en el llamado debate del Estado de la Unión, celebrado ayer en Estrasburgo. A medida que el discurso avanzaba, aquel cliente miraba incrédulo a la pantalla: "El Brexit no amenaza a la UE", decía el presidente sin mucha convicción.

De Vegadeo a Ribadedeva, el Cantábrico se volvía otoñal y la caída de las temperaturas hacía olvidar cualquier espejismo de verano. Si hiciésemos una encuesta por los bares de la región las conversaciones sobre el tiempo ganarían por goleada al discurso de Juncker y al debate posterior en la sede del Parlamento europeo en Estrasburgo. Y eso que ambas cosas afectan en alto grado a la vida de los asturianos, acostumbrados a la bandera azul de estrellas que ondea por todas partes, desde playas hasta edificios institucionales, sin olvidar los carteles -cada vez menos- que anuncian obras financiadas con fondos europeos. El presidente de la Comisión se enfrentaba a la extremista Marine Le Pen y al triunfador euroescéptico Nigel Farage, desafiante y feliz con la deserción del Reino Unido, pero los paisanos seguro que preferían mirar a las pomaradas para calibrar la cosecha de este año. Probablemente no sepan que si se firma el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos esa manzana de sidra puede perder parte de su valor. Si lo desconocen no es por su ignorancia. Europa aparece lejana y da la impresión de que está cómoda con esa distancia. El halo de misterio de las altas decisiones comunitarias protege y arropa a los altos funcionarios y cargos políticos, confortables en la nebulosa que emana de los despachos de Bruselas. A regiones como Asturias, con un grave problema demográfico, un débil tejido industrial y un campo en reconversión continua, el llamamiento de Juncker para crear "más Europa" les suena un poco a chino. Los asturianos sienten que el discurso no va con ellos, y lo peor es que no es así. El Principado no es una excepción. El desapego hacia los asuntos comunitarios crece en otros países y alcanza su máximo exponente en el Brexit.

Le Pen, cada vez más crecida, anunció ayer un "Franxit" si algún día su partido, el Frente Nacional, llega al poder. Así que si los franceses, los que más mandan con los alemanes, andan revueltos, qué no ocurrirá en una región envejecida, llamada a competir con las más ricas de la UE por unas ayudas que están en el aire. Ni siquiera la Política Agrícola Comunitaria, cada vez más menguada en la región, se ha portado bien con los agricultores asturianos. Tal vez Juncker debería emprender una gira por Europa, por la Europa real, ésa que quiere un futuro mejor para sus hijos y menos discursos incomprensibles.

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