Fascinan en estos días los colores de los árboles caducifolios en el trance de desnudarse, pero debajo de ese espectáculo hay otro a ras de suelo, menos celebrado debido a que plantas y arbustos suelen tener menos prestigio que los árboles. En el lugar del que hago el reporte, la caña muerta y negra de los asfódelos aguanta como puede, haciendo honor a su simbología funeraria, los tallos de lavanda se humillan para sobrevivir, los rosales silvestres y los piornos alternan el verdor remanente con el rastro negro de la sequía, como si se hubieran puesto mechas, pero salva el prestigio cromático del suelo la transición de los helechos, que antes de despedirse adquieren un seductor color naranja fuerte. Aunque al mirar arriba casi deslumbra un fresno de hoja estrecha encendido entre los rebollos aún en verde, al retornar la vista al humilde helecho se siente uno dueño de un descubrimiento.
