¿Deberes sí o deberes no? Como muchas cuestiones, la respuesta no puede ser ni blanco ni negro. Como madre y profesora, he visto a mi hijo siendo muy pequeño cómo se acostaba a las once por acabar deberes; otros cursos no han sido así.

Los deberes, cuando el profesor considere, al igual que el médico receta según sus rigurosas valoraciones. Ahora bien, controlados y con sentido, es decir, pensando en el tiempo de ocio de la familia. Los fines de semana deberían ser para descansar, y sí se les puede motivar para que presenten alguna actividad que ellos hayan disfrutado, además de orientarles en su ocio, en ocasiones muy maltratado.

Cuando se compara la situación con países más avanzados en educación, como Finlandia, que apenas ponen deberes, hemos de pensar que la situación social es bastante diferente, por lo que no podemos implantar sus métodos sin más. Recordemos que en este país el ocio ya está plenamente inmerso en actividades culturales como ir desde bien pequeños a leer con sus padres a la biblioteca. ¿Esto pasa aquí? Desgraciadamente, no es la tendencia más generalizada. Así que desde el cole propongo tareas que orienten hacia un ocio más rico para el desarrollo integral de la persona. Por ahí deberíamos empezar, y no tanto deber desmotivador y repetitivo, porque de esta manera seguirá lloviendo sobre mojado. Hay que hacer todo lo posible para que se valoren la curiosidad y el aprendizaje, valor a la baja, estudio que no siempre debe ir acompañado de un gran esfuerzo. El ser humano es curioso por naturaleza y aprender es y debe ser placentero, hay unas tendencias sociales que bloquean este disfrute, pero éste es otro tema. Claro que el esfuerzo se debe imponer teniendo en cuenta que los recursos son limitados y debemos buscarnos un hueco en esta sociedad para sobrevivir, de ahí exámenes y demás, no queda otra.

Esta carta pretende, ante todo, dado el revuelo que se está formando, que me parece estupendo porque es mediante el diálogo social como se llega a las mejores conclusiones, que esta cuestión no caiga en manos de políticos, a ver si van a tener la ocurrencia de legislar los deberes y les dé por prohibirlos. Y en esta polémica debo precisar que muchos chicos que se ponen como abanderados en la buena causa de no hacer deberes tienen la gran suerte de gozar de un tiempo libre seguramente muy rico y motivador que, por desgracia, no representa a todo el alumnado.

Insisto, éste debe ser un tema que trate cada uno de los centros educativos, que concretarán desde su autonomía la línea pedagógica más acorde con su realidad social.