In memóriam

La comprensión y la paciencia pastoral

Repaso a las tres etapas en el sacerdocio de Gumersindo Álvarez Fernández: rural, industrial y marinera

Allí donde el río Navia, que tiene su origen en las alturas de la Sierra de los Ancares, toma cuerpo y se hace adolescente entre pallozas y castros que testimonian un pasado de dominación romana fabril y minero, en la lucense Navia de Suarna, entonces diócesis de Oviedo, nació Gumersindo en 1927, miembro de una familia numerosa, porque entonces los hijos eran la mayor y única riqueza. Como el río que después de un largo recorrido, remansando en embalses para transformarse en luz, acaba desembocando en la Navia litoral del Cantábrico, también Gumersindo después de tres etapas pastorales, rural, industrial y marinera, finalizara su misión en Bañugues, junto al Cabo Peñas, donde dicen que este nombre alude a las piletas que los romanos utilizaban para fermentar el pescado. Le pueden cuadrar bien aquellos versos de Manrique: "Nuestras vidas son los ríos que va a dar a la mar que es el morir"

Vino al Seminario siendo un muchacho mayor. Reflexivo, responsable, concienzudo, un tanto retraído y tímido, pero noble y bondadoso, le quedó el cliché de "el abuelo" del curso por la diferencia apreciable de edad con el grupo numeroso de sus compañeros. Esa vitola, que él asumió con jovialidad, le quedaría ya para el resto de su vida. Estaba cerca de los 35 años cuando recibió la ordenación sacerdotal el 4 de abril de 1962.

Después de dos estancias muy breves como coadjutor, primero en Noreña y luego en Ceceda, donde dejó su marca de persona entrañable y cercana con los feligreses y profesó un gran cariño a los dos párrocos D. Alfredo Barral y D. Blas, su destino fueron las lejanas y mal comunicadas parroquias de Degaña y Cerredo, más Larón, sistierna y Tablado, parroquias rurales que estaban sufriendo la transformación en mineras. En esta etapa fue como el paciente labrador que sale todas las mañanas con sus aperos de labranza y va viendo como todo aquel mundo empieza a sufrir una profunda alteración, el verde se vuelve negro. Gumersindo, enjuto de cuerpo, de personalidad recia, austera y con crédito por su testimonio de vida, se esfuerza por acompañar ese proceso y cuidar que las personas se afirmen en sus valores y mantengan sus tradiciones y cultura. Difícil empeño.

La segunda etapa (1972-87) de ministerio es en zona industrial, en el Avilés de Ensidesa, en la parroquia del Sagrado corazón de Villalegre que había sido residencial y placentera pero que los nuevos tiempos con el humo de los altos hornos iba cambiando su idiosincrasia surgiendo nuevas construcciones de los productores de la fábrica, aumentando y rejuveneciendo su población. El sacerdote "abuelo" supo producir una buena pastoral juvenil, ayudado por los seminaristas -entre ellos el ahora obispo de Astorga, Juan Antonio- con los que tuvo una buena empatía; le admiraban por su sabiduría pastoral, era para ellos como un Qohélet bíblico. Dieron vida y entusiasmo a aquella feligresía de la que surgieron algunas vocaciones sacerdotales.

La tercera etapa de sacerdocio fue marinera. En agosto de 1982 recibe el nombramiento de párroco de San Nicolás de Bañugues y San Esteban de Vioño, a la que más tarde se le añadiría San Martín de Bocines. Era buen observador que sabe escudriñar el terreno y enseguida aprende, como los pesadores, a echar sus redes pastorales en aquellas aguas de Gozón. Sabe adaptarse a una realidad que es muy distinta a la suya de origen. También aquí son los grupos de jóvenes su prioridad.

Cumplidos los setenta y cinco, decide solicitar la jubilación. Pero Gumersindo tiene que seguir haciendo algo. Es amigo del P. Ángel García, de los Mensajeros de la Paz que entre sus muchas obras, tiene una megaresidencia en La Bañeza, el antiguo seminario menor de la diócesis de Astorga. Allí decide ir y seguir prestando una colaboración en la llevaduría esa la obra asistencial. Hasta que por la edad pone punto final y viene ya a la Casa Sacerdotal. Pronto la enfermedad va menguando y oscureciendo sus facultades y sumiéndolo como en una lejanía. Pero han sido ochenta y ocho años en que Gumersindo siguió al Señor, labrando en su viña, ganando el jornal en su empresa y pescando en su mar. Ahora llega donde la luz es blanca, clara y la mar cercana e inmensa.

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