Señor Rajoy, en los años 1996-97 fuimos vecinos en la calle García de Paredes en Madrid. Yo vivía en un segundo piso y usted unos más arriba. Cuando no iba con su puro y cogía el ascensor, coincidimos varias veces. Digo esto porque desde aquella cercanía pude reconocer en usted a una persona ponderada, receptiva y preocupado por los demás.

Ahora bien, acabo de ver en la televisión a un vendedor de droga que no se oculta. Que concede entrevistas en las que decía que sus clientes son menores, mayores, ejecutivos con su coche, chófer y, como dijo el vendedor, con su maletín. Y le pregunto, señor Rajoy, si son tan visibles adónde están sus colaboradores que no atajan la difusión de esta droga y procuran la ayuda que necesitan estos clientes e incluso el vendedor.

¿Tan difícil es para los suyos identificar a estos traficantes que tan fácilmente lo hacen los periodistas?

Me apetece incluso ofrecerme muy gustosa para acompañarles en la búsqueda, para ver si es posible poner las cosas en su sitio. ¿O tal vez no es una prioridad?