La columna del lector

Gil Parrondo junto al Mállene

Érase una vez, y ya por siempre, una villa marinera que nació para vivir y soñar en un precioso enclave de la costa asturiana. Villa en la que ya descansa el decorador de cine Gil Parrondo Rico.

Descansa en Luarca un incansable trabajador, enamorado de su trabajo y agradecido siempre a cuantos se lo han proporcionado y confiado plenamente en él.

Gil Parrondo se consideraba un hombre muy afortunado. Pudo trabajar hasta el último momento de su larga vida (95 años), y en todo momento pudo hacerlo, poner entusiasmo, arte y color dentro de su apasionante mundo profesional. Trabajo reconocido y tantas veces premiado, labor que sin duda seguirá por mucho tiempo valorada. Grandes películas y grandes directores supieron de su capacidad artística, de su enorme personalidad creadora y humana.

Érase una vez un hombre que nació para el cine, fue feliz dentro de su familia y por el mundo adentro. Hombre de trabajo, paz y generosidad sin límites. Optimista y cordial en el trato, recorrió el mundo entero sin olvidarse nunca de Asturias, de esos rincones que disfrutó su niñez, siendo uno de ellos la aldea valdesana de Cortina, a orillas del entrañable y amado Mállene, "humilde río de nuestra infancia humilde". Siempre lo llevaría en su corazón y en el deseo de volver a su lado, como un "volver a empezar", uno de sus grandes éxitos.

Pequeño Mállene, de muy hermosos recuerdos para Gil Parrondo, inolvidable río que se hermana con el Esva para llegar a la mar. Pequeño Mállene de cuando todos éramos pequeños, y que en esta Nochebuena de 2016 desciende y pasa, casi en silencio, sin poder ni querer olvidar los juegos de aquellos niños.

Sin prisa, entre flores y ramas, las aguas del Mállene se alejan, inmensamente tristes, para perderse en las olas, llevándose el amor y la sonrisa de otro tiempo.

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