Arquitecto

Por un nuevo contrato territorial para Asturias

La necesidad de rediseñar la planificación de la comunidad autónoma para atender su nueva distribución

En los últimos meses han comenzado una serie de tramitaciones administrativas de diferentes figuras de planeamiento territorial en Asturias: el avance de las directrices de la conurbación central, el avance de la revisión de las directrices regionales de ordenación del territorio, el remate del plan especial del Suroccidente, la salida a licitación del plan de movilidad multimodal en el área metropolitana y ahora la aprobación inicial del plan territorial para la gestión portuaria.

Sin embargo, no se atisba que se vayan a tomar medidas estructurales, ni siquiera que concluya su tramitación. Existe, además, una falta de credibilidad de todo ello. La planificación territorial en Asturias se ha quedado anticuada en el fondo y en la forma: diagnósticos superficiales, tramitaciones imposibles, modestas propuestas que parece caerán irreversiblemente, una vez más, en la dejadez, en la omnipresente retórica, en la falta de conocimiento profundo de Asturias, la subvención facilona y el estéril sectarismo de los partidos políticos: nuestra sociedad debe empezar a exigir soluciones verdaderas.

Ignorancia estructural. Asturias ha caído en el anacronismo; nos hemos convertido en un país en vía de subdesarrollo. Apenas somos vanguardia y vamos a remolque de casi todo. Las patologías de Asturias son múltiples y muy graves (baja productividad, provincianismo, inmovilismo, adocenamiento, pasividad, suburbialización, envejecimiento: decadencia). Y, lo peor de todo, no se fomenta una ética del trabajo: los políticos (convertidos en una extraña oligarquía friki, detestada pero consentida) son el caso más claro de molicie, seguidos por la Universidad de Oviedo y sus dos mil profesores: funcionarial y endogámica (como muchas otras en España). Las ineficaces administraciones públicas astures y la apática sociedad civil, generada durante décadas por las masivas prejubilaciones, e interesada en la continuidad del régimen peronista que nos gobierna hace 35 años, suponen otra rémora que nos ancla en el atraso.

Tenemos un desconocimiento general del ser profundo de Asturias y de su posicionamiento respecto al futuro. Esta ignorancia general ha sido fomentada durante toda la etapa democrática: y no es inocente. Sus consecuencias han sido demoledoras. Los estragos aparecen por doquier. Un ejemplo de todo ello es el atroz programa de TPA "Pueblos"; rancio y paternalista, donde el intracolonialismo astur se muestra en toda su crudeza. Si no conocemos nuestro cuerpo (Asturias) es difícil poner los remedios para atajar sus patologías.

La mar, la aldea, la conurbación central y el rizoma costero. Asturias tiene la misma población que en 1970, pero su territorialidad ha cambiado sustancialmente desde entonces. Éstos son los cuatro ámbitos territoriales que conforman la Asturias de hoy.

La mar, cuya plataforma continental ocupa tanta superficie como la Asturias terrena, es la gran olvidada de los asturianos. Su ámbito llega hasta donde están los caladeros históricos. El Cachuchu, la plataforma sumergida a 500 metros de profundidad y de 1.000 kilómetros cuadrados de superficie, sería el concejo número 79: el más grande y el más deshabitado.

La aldea. Sobre el modelo territorial base, llamado Mestres (unión de ríos y/o caminos), basado en la rugosidad y las confluencias hidrográficas, la aldea asturiana se desarrolló desde el siglo IX. La unidad territorial básica de Asturias es la aldea, no la parroquia, que es un espacio fiscal eclesiástico creado en el siglo XII y que acoge varias aldeas. Mestres ha tenido dos mutaciones: la primera, que llamaremos Mestres de Plutón, debida a la llegada de un sistema de explotación minero-siderúrgica, y la formación de los distintos "dominios mineros" en el siglo XIX, con sus líneas de ferrocarriles coloniales. La segunda, nacida en 1974, con la apertura de la llamada "Y" asturiana (los "strips" de Mestres), cuyo emblema ondea en Serín desde entonces: la escultura llamada "Cauce de energía", del escultor Vaquero Turcios, donde se representa un "strip", una banda, un flujo de energía. Esta mutación (que es una versión local de la Autopía americana) ha generado el actual estado de la conurbación, donde las autovías urbanas ("strips") conforman su trazado regulador.

La conurbación del área central, el axis mundi astur donde vivimos 800.000 habitantes, tiene ahora una movilidad basada en el automóvil, tras abandonar el complejo sistema de ferrocarriles mineros que la originó. Los altos hornos, los centros comerciales, las centrales térmicas, los túneles, el nuevo hospital? o la misma orografía (el Aramo) conforman los monumentos de estos "strips" que vemos mientras nos desplazamos a 120 km por hora y donde debería asomarse lo mejor de Asturias, como calles mayores que son. La velocidad ha comprimido el territorio y el tiempo.

Carel-street (calle de borde): así comienza a denominarse el rizoma urbano (pues no tiene centro) generado por la autovía costera. Es un productor de territorios híbridos que progresivamente se van haciendo urbanos, pautados por las villas costeras. Su influencia se hace sentir progresivamente en 1.500 kilómetros cuadrados; teniendo en la actualidad dos tramos con estados evolutivos distintos. Debe ser algo más que un ecosistema donde acoger territoriantes (turistas crónicos). La puesta al día del "decumanus astur", el eje Este-Oeste tradicionalmente utilizado por el cabotaje costero y ahora sustituido por la autopista sobre la rasa, debe ser el eje articulador de una nueva ciudad filamento de baja densidad que recorre todo el Cantábrico, de San Sebastián a La Coruña.

Septicemia territorial. En Asturias desde hace décadas se realiza una planificación del territorio sin tener definida una idea de futuro para la región. Algo así como aquel urbanismo sin economía que llevó al estallido de la burbuja inmobiliaria. Este autismo es suicida y castrante.

En la conurbación central se produce el 90% de la actividad económica asturiana; esto no es bueno y evidencia que algo estamos haciendo muy mal. La mala gestión del territorio se da en las dos administraciones, local y autonómica, cosa lógica dado que están regidas por las mismas oligarquías y sus clientelas.

Otro parámetro desenfocado es la letanía de la necesidad del tren de Alta Velocidad con Madrid. Ya existe: sólo hay que poner en funcionamiento los túneles de la variante de Pajares. Lo demás ya vale.

El nuevo contrato. Ha habido, y hay, asimetría en la gestión del territorio y una absoluta falta de solidaridad interregional. El régimen ha intentado reforzar los territorios mineros con prejubilaciones, pero ha fracasado estrepitosamente al querer fijar actividad económica allí. Ha abandonado a su suerte a la aldea (recetando subvenciones, cierres de explotaciones y turismo rural) y a la mar (desguaces, cuotas pesqueras y ausencia de tráficos no cautivos), dejando, además, que la conurbación central se autorregulase en función del mercado inmobiliario, en connivencia con Sogepsa y la visión simplista y local, de "laissez faire" y sectaria de los alcaldes de turno.

Lo peor es que se sigue haciendo hincapié en las subvenciones y el dinero público (plan del Suroccidente), pero sin crear mecanismos que hagan competitivos los distintos territorios, manteniendo un statu quo ineficaz. Se repite ¡una vez más! la creación de una "Agencia para asuntos indios" donde los comancheros (agentes de desarrollo local, colaboracionistas y alcaldes) van a repartir güisqui y baratijas (subvenciones) a los indios-aldeanos para que malvivan en su reserva (Suroccidente) y no protesten demasiado. Y la Universidad de Oviedo lo bendice.

El nuevo contrato territorial debe salir de un pacto transversal a todas las clases sociales (no sólo la pasiva clase dirigente) y ser trascendente en el tiempo y verdadero. Sin él no habrá un desarrollo equilibrado e igualdad de oportunidades; tampoco juego limpio. En la actualidad existe un pacto territorial de facto, no escrito (oculto), del que no se habla pero está consentido por todos. Y no es viable ni democrático.

Este nuevo contrato debe dirigir a Asturias con un horizonte de veinte años, conduciéndola hacia los siguientes objetivos mediante un pacto ambicioso y pragmático, dotado de calendario y presupuestos:

La mar. La conurbación es una ciudad marítima que debe aumentar su hinterland. Las rutas marítimas son imprescindibles para lograr competitividad en la Europa del Norte, mundo que debe ser nuestra guía.

Aldea. Considerada como un espacio atrasado y marginal, el mayor logro ha sido disfrazarla de turismo rural. Su ámbito sigue ocupando 7.500 kilómetros cuadrados y el despoblamiento y su desagrarización son galopantes. El objetivo es hacerla moderna, próspera, agraria y competitiva.

Las aldeas han sido expoliadas por el Estado y los ayuntamientos, quienes las convirtieron en un activo ocioso (un concepto muy asturiano). Es de justicia, y una necesidad imperiosa, devolverles la capacidad de gestionar su propio territorio; emanciparlas de la tutela inepta, paternalista y farisea de ayuntamientos y consejerías. El actual modelo de "desarrollo rural municipalista" ha sido un completo fracaso. La aldea debe generar renta por sí misma. No es cuestión de planeamiento urbanístico (error reiterado) sino de reestructuración jurídica, de un estatuto aldeano, cuya posibilidad de desarrollo está implícita en el Estatuto de Autonomía (artículo 6.º. 2). Para ello es imprescindible actualizar los conceptos clave que definieron la vida aldeana: vecindad, concejo abierto, consejo parroquial, ordenanzas y gestión del patrimonio común.

En la gestión de ese patrimonio es imprescindible la devolución de los montes comunales, apropiados indebidamente a las aldeas (si la ley de Costas de 1988 ha revertido las ventas hechas por el Estado, con mayor justicia se puede aplicar aquí, donde ha habido una usurpación manifiesta). Otras fuentes de actividad podrían ser la obtención de royaltis por la instalación de parques eólicos, los ingresos por la gestión de la caza, el alquiler de pastos, la gestión urbanística o la implantación de zonas francas donde desarrollar la industria agroalimentaria, reconduciendo la actual desagrarización. Si esto no se hace, la fijación de población es imposible. Lo demás son falacias hipócritas.

Conurbación nodal. Su escenario urbano es muy singular. Es imprescindible dejar atrás ridículos localismos para optimizar su estructura y monumentalizar los "strips", pues no dejan de ser una actualización, a escala territorial, de aquellas grandes vías de inicios del siglo XX que reajustaron los congestionados cascos urbanos.

El modelo de movilidad metropolitano debe estar basado en una buena traza urbana, densificándose hacia adentro. Pero sobre todo debemos tener una nueva mentalidad y ser conscientes de que vivimos en una ciudad de 800.000 habitantes que debe estar correctamente interconectada, capaz de acoger la Asturias urbana del futuro.

Filamento del carel-street. A través de este filamento podemos recorrer Asturias por la costa en poco más de más dos horas; por él se conectan las tres terminales del gran aeropuerto cantábrico Santiago del Monte-Santander-Bilbao. Debe ser, junto a las rutas marítimas, nuestra conexión prioritaria con la España atlántica, pues éste es el espacio de oportunidad de Asturias: el Mediterráneo lleva 500 años en decadencia.

La actual fiebre planificatoria no tiene las ideas claras. Nos quedamos en lo burocrático, en el expediente administrativo, pero no acertamos en lo fundamental: dónde vamos, qué podemos hacer, qué debemos cambiar ya.

La desigualdad territorial es una perversión (una más) de nuestro cínico régimen político. La falta de ambición, el disimulo, el hacer que se hace, la abulia y el inmovilismo de las instituciones asturianas, tan cómodas en el pasotismo de la sociedad astur; todo ello alimenta esa voraz Asturias basura que vemos crecer en las ruinas de las cuencas mineras, en las aldeas y en la miseria mental de todos. Seamos vanguardia.

Para ello Asturias necesita una refundación que equilibre su territorio, un nuevo año cero, una catarsis. En este reinicio, por una vez, sociedad y "res publica" deben de estar a la altura de la necesidad. Nos jugamos el futuro.

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