Decano de la Facultad de Derecho

Todos respetábamos y queríamos a Andrés

En recuerdo de un exdecano y profesor ejemplar

Ayer la Facultad de Derecho despidió a uno de sus profesores más queridos: Andrés Corsino Álvarez Cortina. Andrés era querido por todos; compañeros, alumnos, personal de administración?; todos apreciábamos, respetábamos y queríamos a Andrés. Reconozco que ordenar algunas ideas y juntar cuatro letras me resulta especialmente difícil, no en vano compartimos ocho años en el Decanato y otros ocho en el Departamento. Muchas horas, muchos recuerdos.

El pasado jueves llegábamos juntos a la Facultad. Andrés escuchaba la radio y, tras quitarse los auriculares, caminamos hacia nuestros respectivos despachos. Comenzamos a hablar, hacía mucho frío, pero la amena conversación nos hizo permanecer en el exterior del edificio durante casi una hora. Fue mi última conversación con él. Aparte de alguna divertida anécdota, como aquella oposición en la que en extraño y poco académico lugar trató de manera tan reiterada como inútil de inclinar el sentido del voto de un exministro, me transmitió una mezcla de desencanto y decepción con la Universidad actual. No me sorprendió, porque compartíamos con relativa frecuencia inquietudes y preocupaciones, coincidiendo en muchas de nuestras opiniones. Sistemas de acreditación, valoración de la investigación, tasas de rendimiento, créditos, carga y capacidad, holguras, ratios, ranking de Shangai, pero ¿y las personas qué? ¿quién piensa en las personas? Esa era su forma de ser.

Amigos y compañeros nos despedimos en la capilla de la Universidad, de tu Universidad. Amigos y compañeros de orla (Nini, Carmen, Ramón, Luis C., Fernando, Nacho?), maestro y compañeros académicos (José María, Marita, Miguel, Juan), innumerables compañeros y personal de administración del Departamento y de la Facultad; para todos, durante las últimas cuatro décadas has sido un ejemplo como profesor, modelo de universitario, pero sobre todo una extraordinaria persona.

Dicen que uno no se va del todo mientras permanezca su recuerdo. María, Santiago, Lucía, Alejandro, contádselo a Vega, que conozca a su abuelo, explicadle cómo era porque, de verdad, era un tipo que merecía la pena.

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