¿Es el teléfono móvil una extensión de nuestro cerebro?

Un pequeño vistazo a nuestro alrededor puede desvelarnos pequeñas conductas que forman parte de un esquema mucho mayor. Salir de casa sin teléfono, dejarlo sobre la mesa del bar cuando vamos al baño o permitir a otras personas hurgar en nuestros archivos. ¿No sentimos un pequeño escalofrío con sólo pensarlo? Tal vez sea porque un teléfono móvil ya no es una herramienta, sino una memoria externa, una parte más de nuestro cerebro. Y permitir que alguien se adentre en nuestros pensamientos es escalofriante.

¿Podríamos imaginar una ofensa mayor que a un amigo revolviendo en nuestro teléfono móvil cuando no estamos presentes? Nos sentiríamos expuestos de una forma mayor incluso que saliendo desnudos a la calle. Esa persona conocería, sin demasiada dificultad, qué vimos, escuchamos y sentimos, qué quisimos compartir y qué ocultar. Todo en un tiempo récord.

Para demostrarlo podríamos llevar a cabo un pequeño experimento: dos extraños se encuentran cara a cara y mantienen una conversación de treinta minutos; en otra mesa, otro par de desconocidos se ceden sus respectivos teléfonos móviles durante el mismo tiempo. ¿Qué pareja habrá aprendido más de su interlocutor? Seguramente, la respuesta sea la segunda, ya que han accedido a una fuente de información directa.

Seamos un poco mejores y recordemos a todo el mundo la importancia de bloquear el teléfono móvil.