Máquinas expendedoras de snacks, que suena fino; máquinas de cositas finas, de picoteo relleno de calorías, de fruslerías multicolores... ¡Home va!...

Dejémonos de repartir comida basura y vayamos al grano. En Asturias somos poco de gominola a la menta o de sándwich de cangrejo chino, pasta que no es cangrejo -a la vista está- y que nada indica que sea chino. Aquí o se come o no se come, medias tintas las justas, materia prima engañabobos ni una.

Por eso, porque en esta región septentrional de la piel de toro con la comida no se juega, harán fortuna las máquinas expendedoras de fabadona y otras delicias culinarias de los fogones del Principado que han comenzado a instalarse en zonas urbanas. Frente a la palomita, el chorizo bien curado; contra el cacahuete, el quesu cabrales. No diga regaliz, diga morcilla.

La foto que ilustra estas modestas letras está tomada en la estación de autobuses de Gijón. Nada de productos de monedina; aquí se admiten billetes y bien gordos. La gastronomía regional metida en una máquina, ideal para turistas camino de casa y para asturianos poco previsores con la nevera vacía.