Responsable del área de feminismos del consejo autonómico de Podemos

Los cuñados con poder

La resistencia al movimiento feminista y las violencias contra el diferente

En estos días se hace imprescindible relacionar el cuñadismo, ese término resignificado en los nuevos tiempos como la "actitud de quien aparenta saber de todo, habla sin saber pero imponiendo su opinión o se esfuerza por mostrar a los demás lo bien que hace las cosas", con el mansplaining, ese anglicismo popularizado también recientemente y que hace referencia a "explicar algo a alguien, generalmente un varón a una mujer, de una manera condescendiente o paternalista", presuponiendo la ignorancia de la otra persona, de la mujer, en ese tema. Si conectamos, como decía, cuñadismo y mansplaining, no nos queda otra que rendirnos ante la evidencia: el ejercicio de "ser un cuñado", un maese -robado de la polémica intervención del diputado de ERC Gabriel Rufián- o un mansplainer implica generalmente una componente machista, xenófoba y LGBTIfoba, por citar unas pocas fobias.

Un cuñado, por lo general, explica el orden tradicional de las cosas a través de clichés que asientan sistemas convencionales de organización de la sociedad. Por ejemplo: "los niños tienen pene, las niñas tienen vulva" es una sentencia elaborada sobre una aparente obviedad y revestida de incuestionabilidad a través de un mecanismo opaco de naturalización de la misma que encierra en su propio seno la potencia de la transfobia y del odio promovido hacia aquellas personas que no están minorizadas y violentadas en el marco del orden convencional de la sociedad. Algo así como: hay un orden social por el cual tú, persona trans, no existes y, al no existir, tus derechos y tu calidad de ciudadanía tampoco han de ser tales. Si una organización racista pusiera en circulación un autobús con la frase "Los blancos tienen la piel blanca, los negros la piel negra", ¿cabría asumir la ingenuidad aparente de tal sentencia? Sabemos que la violencia contra lo otro no siempre se articula en el plano de la agresión directa, sino que en el campo simbólico sirve como método disciplinario mucho más eficaz y limpio para quién la produce, pero efectivamente duro y agresivo contra quiénes va dirigida.

Lo que pretendo exponer es que el cuñadismo tal y como lo vamos definiendo -y su componente de violencia- no solo tiene su expresión en ejemplares "sueltos" de la sociedad, como eslabones perdidos, ni únicamente se da en cenas de Navidad o en los bares de barrios periféricos o en centros de trabajo. Lo podemos encontrar en parlamentos, medios de comunicación y no es sino expresión machista de nuestra sociedad. El problema es que la responsabilidad y capacidad de difusión de un elemento cuñado de un diputado, no es la misma que la de mi vecino. Afortunadamente hay buenas noticias para las mujeres y las personas con identidades de género, orientaciones sexuales y etnias minorizadas. Y es que las presiones sociales acerca de estos tipos de proceder en nuestro país y fuera de él son crecientes y tienen consecuencias profundas y reveladoras. Veamos. "Maese Rivera", citando a Rufián, vio recrudecida su campaña electoral del 20D y el descenso de los votos posteriores, en parte debido a las declaraciones de su equipo cuestionando de propia noción de violencia machista. Maese Osborne o Maese Motos han tenido que salir del paso de las críticas razonables a sus programas por la forma en la que las mujeres son tratadas o representadas y por su rancio machismo de manual. Maese Gallardón ha desparecido del mapa ahora tras ver frenada, hace ya un tiempo, su contrarreforma de la ley del aborto, gracias al movimiento feminista y la falta de apoyo social. El Maese Viceprimer Ministro polaco tuvo que suspender su propuesta de ley de interrupción voluntaria del embarazo en su país, reconociendo que las feministas "habían hecho pensar" al gabinete. Y así, Maese Trump, Maese Pérez -alcalde de Alcorcón-, Maese Cremades, y complete la línea de puntos con maeses que le vengan a la cabeza.

Detrás de los ejemplos antes citados encontramos una resistencia clara del movimiento feminista pero también de una sociedad, se nombre feminista o no, que no admite por mucho más tiempo el ejercicio de la violencia, simbólica o no, contra las mujeres y otras identidades minorizadas.

En todo caso, los cuñados, como así lo son los hombres que ejercen o sostienen la violencia contra las mujeres, no son enfermos, ni dementes, ni enajenados, como tampoco lo son los adolescentes que escuchan reggaetón machista, porque no lo son quienes ríen las gracias de Bertín Osborne, Pablo Motos o Jorge Cremades. Son hijos sanos del patriarcado. Parece que conviene, en general, tener una suerte de cuñado supremo que cargue con la responsabilidad del machismo mientras el resto sigue preguntándose cómo es posible que a día de hoy hombres asesinen sistemáticamente a mujeres o que éstas sigan cobrando un 24% menos que ellos, por ejemplo. Y hago incidencia en la idea de la brecha salarial, violencia económica y no sólo simbólica contra las mujeres porque, quizá debamos marcar en nuestra genealogía cuñada la ocurrencia del Maese gobierno asturiano, de ofrecer una ventanilla única para mujeres como respuesta al problema grave de desigualdad salarial o, también, la idea de un pacto social en contra de las violencias machistas sin previsión de financiación para tales fines.

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