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Otra señal del fin de los tiempos

El problema del videoarbitraje no es que a veces entorpezca el partido, rompiendo su ritmo frenético, sino que anuncia el final de la culpa. Toda frustración pide culpable, para que no se encueve en uno mismo, y un arbitro de carne y hueso siempre ha sido buena percha de la culpa. ¡Cuántas veces los jugadores, el entrenador o la directiva se han librado de las iras de la masa señalando con el dedo al árbitro! El árbitro de fútbol es una institución de la culpa, y con las instituciones no se juega. Aún no decide una máquina, sino un híbrido de máquina y humano, pero es cosa de tiempo. Dentro de dos mundiales de fútbol pasaremos al vídeo no tripulado, y para el siguiente ya no harán falta unos individuos corriendo por el campo y las bandas. Huérfana de culpable, la multitud puede descargar su frustración de un modo horrible, y si el orden se quiebra en el estadio será el fin.

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