Desde hace días se emite un anuncio televisivo en el que una compañía de telefonía con dos mensajeros deportistas se prestan -salvo mi error- a un mensaje en el que para seguir sus carreras aconsejan mentir o engañar a las familias.

Ver a estos dos personajes comunicar este tipo de contenido me supuso una gran decepción hacia uno de los deportistas y en el caso del asturiano aún mayor rechazo.

Lo cierto es que éstos y otros deportistas dicen inculcar valores en entrevistas y foros, pero en el momento que median la hipocresía y el dinero los valores pasan a otro vector. Por ello, y sin profundizar, ídolos de barro pasajeros con este contenido en sus mensajes no creo que eduquen en valores y sentimientos en niños, adolescentes e incluso a sus propios forofos.

Resulta obvio que las campañas publicitarias se acompañan de mensajes contundentes, atractivos, concluyentes y que calan en el ciudadano, pero la agresividad sin medida, ya sea visual o de contenido, está siendo tónica habitual. El resultado en este caso concreto es, aunque sea un simple grano en la vorágine publicitaria, obviar a esta compañía como alternativa de futuro, pues no merece recibir dinero para que devuelva falta de respeto hacia algo o alguien.

Termino con el deseo de que a ninguno de los directivos de esta compañía le ocurra lo que ellos promueven, pues no me gustaría que ante una celebración familiar, sea ésta alegre o triste, alguno de sus hijos, familiares o amigos les engañen o mientan como excusa para no acudir. Por cierto, igual el mensaje pudo haber tenido este contenido "convence a toda la familia para seguir la carrera juntos, sería un buen complemento para el cumpleaños", pero esto se lo dejo a los directivos de marketing para que lo mejoren.